BCCCAP00000000000000000001104
I. EL ESTADO DE VIRGINIDAD En todos los estados de este mundo y en todas las categorías sociales se pueden santificar las mu– jeres y los hombres. Dios no excluye a ninguno. Se puede servir a Dios en todas partes, bajo todos los climas, en todas las condiciones sociales y en todos los oficios. Basta que no sean cosas prohibi– das por la ley de Dios. San Pablo, escribiendo a los Corintios, aprueba el matrimonio legítimo, pero después añade: "Qui– siera yo que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene de Dios su propia gracia; éste, una; aquél, otra. Sin embargo, a los casados y a las viudas les digo que les es mejor permanecer como yo. Pero si no pueden guardar continencia, cá– sense~ que mejor es casarse que abrasarse. Cuanto a los casados, precepto es no mío, sino del Señor, que la mujer no se separe del marido, y de sepa– rarse, que no vuelva a casarse o se reconcilie con el marido y que el marido no repudie a la mujer... Cada uno ande según el Señor le di6 y según le llam6" (210). Más adelante, en el mismo capítulo, (210) I Cor., VII, 7-17. -48S-
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz