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mártires, desde San Esteban hasta nuestros días, se ha ido aumentando de una manera extraordinaria. tJ na buena parte de los mártires de la Iglesia cat6- lica h~n sido misioneros o trabaj6 en tierra de mi– siones. Por dilatar la Iglesia y predicar la fe a he– rejes o paganos han entregado sus vidas y derra– mado su sangre. Y la sangre de esos cristianos muertos por la fe ha servido de semilla para crear o aumentar más el número de los creyentes; Aún más: algunos misioneros, sobre todo de la Edad Media, como San Francisco de Asís y los mártires franciscanos de Marn,1ecos, iban. precisa– mente buscando el martirio, contentos y alegres .en dar la vida por el nombre de Cristo Jesús. La fe da fortaleza de ánimo para sufrir los dolo– res y perder la vida para ganar otra mejor, más fe– li_z y permanente en el reino de los cielos. La muerte para ellos era una ganancia: fin de las pe– nas y principio de gloria sempiterna. Ahora cantan la victoria de todos sus enemigos. EJEMI'LOS'.~La historia de la Iglesia está llena de ejemplos de mártires de todas las clases, condiciones, sexos, edades y . géneros de tormentos. Después de la érucifixión de. Jesús viene una pléyade inmensa que sufre y mueré por Cristo. Recotdertifü! los ejemplos de los Apóstoles, el heroÍs• mO" de tantas víctimas durante las grandes persecucio– nes generales y parciales. Los mártires causados por el ""'" 469 .-
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