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alrna para que ·se descubran los pensamientos de muchos corazones" (200). Baste recordar lc>s dolores de María en la huída a Egipto, en la pérdida del Niño Jesús hasta en– contrarlo en el templo disputando con los docto– res; la pobreza en la vida escondida de Nazaret; las insidias de los judíos contra Jesús en su vida pú– blica. Sobre todo, recordemos las angustias y penas de María durante la Pasi6n y Muerte de su Hijo. Contémplala al pie de la Cruz viendo. padecer y morir al que con tanto regocijo había dado a luz en Belén. Agar, viendo que desfallecía su hijo Is– mael, huy6 diciendo: "No quiero ver morir a mi hijo". María, en cambio, está fuerte al pie de la Cruz, porque quiere ser la Corredentora del gé– nero humano y sufrir en su coraz6n y en su alma lo que Jesús sufre en su Cuerpo. En el fiat de la Anunciaci6n estaba ya impHcitamente el fíat del Calvario. El martirio de María comprendía tam– bién los dolores y penas por los pecados e ingra– titudes contra Dios; el desprecio que muchos ha– bían de hacer de la pasi6n y sangre de su Hijo; la pérdida de tantas almas redimidas por la Sangre de un Dios que muere generosamente por salvar a todos; las pe,rsecuciones que a través de los siglos (ZOO) Luc., II, 34-35. - 467 -
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