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dor y figura del Padre" (190). Jesús es el gran Pro– feta como lo demuestran sus milagros; es el Rey de Reyes y Señor de los Señores. María Inmaculada es la Madre de Jesús, según la carne; está llena de gracia y de santidad, res– plandece sobre todos los profetas del Antiguo y Nuevo Testamento. Consideremos que los antiguos profetas, implícitamente por lo menos, suponen la Encarnaci6n del Verbo en el seno de una Virgen. Isaías dijo a Achaz: "Pide a Yavé, tu Dios, una señal, o de abajo en lo profundo o de arriba en lo alto." Y contest6 Achaz: "No le diré, no quiero tentar a Yavé." Ento.nces dijo Isaías: "Oye, pues, casa de David: ¿ os es poco todavía molestar a los hombres, que molestáis también a mi Dios ? El Se– ñor mismo os dará por eso la señal: He aquí la Vir– gen grávida que dará a luz un Hijo y le llamará Emanuel" (191). María, desciendiente de David, di6 a luz a su Primogénito en Belén, al Mesías prometido y espe– rado, que fué la causa y el fin de las profecías. Ella muestra a los ángeles del cielo, a los humildes pas– tores, a los sabios Magos al Redentor del mundo, en quien se han cumplido las profecías del Anti– guo Testamento, en quien se han realizado las es- /190, Luc., VII, 16. (191) Is., VII, 14. - 448 -
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