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de Jacob, había reservado los Santos Lugares a la Or– den del "Segundo Cristo", Francisco de Asís. II. Abraham y María.~Una mujer escuchaba un día la historia del sacrificio de Isaac, exigido por Dios para probar la obediencia de Abrahán,;A esta narración contestó la mujer: "Dios jamás hubiera exigido un tal sacrificio a una madre." Aquella mujer se engañaba. El Padre celestial exigió a Jesús, Hijo de María, el sa– crificio de la Cruz por la redención del mundo. Jesús fué obediente hasta la muerte y muerte de Cruz. Ma– ría consintió y presenció el sacrificio y le ofreció con su Hijo por nuestra salud eterna. Como ejemplos podríamos recordar también a todos los Patriarcas o Fundadores de Ordenes o Institutos re– ligiosos, de los cuales se puede decir que María fué y es su Reina. Regina Ordinis Minorum, Regina Ser• vorum Dei, etc. Súplicas.-Los Patriarcas de la Antigua Alianza su– plicaban la venida del Mesías, Rey Redentor de toda la Humanidad, que había perecido por el pecado de origen y permanecía esclava del demonio. Se cumplíe– ron los deseos ardientes de aquellos varones justos en la plenitud de los tiempos que Dios había prefijado. También nosotros suplicamos continuamente que venga a nosotros el reino de Dios.Adveniat regnum Ut,um. Que venga el reino de Dios en nosotros mismos por la liberación personal. Que venga el Reino de Dios externo, la Iglesia, para la liberación universal de to– dos los puebloi, y de todas las gentes. Que los misione– ros y apóstoles se extiendan por toda la tierra y se multipliquen para que ese Reino de Jesucristo llegue ...,. 439 -

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