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Mesías, hay multitud de pueblos que están senta– dos en las tinieblas de la infidelidad, de la idola– tría, del Islamismo y del Judaísmo. El pueblo ele– gido y favorecido, que debía ser el primero en re– cibir las bendiciones y promesas de los Patriarcas, no ha querido entrar en el redil del Buen Pastor. La sinagoga que debía cesar a la venida del Me– sías y ser sustituída por la única y sola verdadera Iglesia de Jesús, se hace sorda a las continuas lla– madas de Jesucristo y -Oe sus Vicarios en la tierra. Los misioneros son los llamados por Dios para realizar la universalidad del Mesías y la de su Ma– dre. Que se cumplan las promesas en el tiempo y en el espacio para que se puedan cumplir con ver– dad las palabras proféticas de la misma Reina y Señora: "Me llamarán bendita entre todas las mu– jeres." Al sol resplandeciente debe preceder la Au– rora precursora. EJEMPLOS.-!. La tierra prometida a los santos Pa– triarcas se llama actualmente Tierra Santa, la patria de Jesús y de María. Este recuerdo nos hace pensar a las misiones más gloriosas de la Iglesía, que son las de la "Custodia de Tierra Santa", confiadas a la Orden Franciscana desde el tiempo de las Cruzadas. San Pío X, terciario franciscano, en sus Letras Apostólicas del 23 de octubre de 1913, con ocasión del Jubileo Constantiniano, imitando a sus predecesores, daba gra– cias al Señor, porque el Dios de Abraham, de Isaac, - 438 -

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