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chos de ellos dejaron gran nombre para que se canten sus alabanzas. También hubo otros de ellos de quienes no hay memoria, que pasaron como si jamás hubieran !iido, y lo mismo sus hijos en pos de ellos. Mas los primeros fueron hombres piado– sos, cuya justicia no cay6 en olvido. La dicha per– durá con su linaje. Y su heredad pas6 a: los hijos de sús hijos. Su linaje se mantiene fiel a la alianza. Y sus hijos lo fueron por amor de ellos. Por siem– pre permanecerá su descendencia y no se borrará su gloria. Sus cuerpos fueron sepultados, y su nom– bre vive de generaci6n en generaci6n. Los pue– blos se hacen lenguas de su sabiduría, y la asam– blea pregona sus alabanzas" (184). Y continúa el autot del Libro tejiendo los elogios de Henoc, Noé, Abrahfo, Isaac, Jacob, Moisés, Aar6n, Josué, Sa– muel, David, Salomón, etc. Estos hombres eminentes fueron los custodios de la· alianza entre Dios y el pueblo elegido, depo– sitarios de las· promesas que les había hecho. La es– péran:za del Mesías que había de venir no se ex– plica sin la misión de estos hombres singulares. A Abrahán le asegura una posteridad numerosa, un nombre glorioso y celestiales bendiciones para todos sus descendientes. Isaac y J acob fueron favo• ,(184) Eccli., XLIV, H5. - 435 -
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