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taron y retrocedieron con tal precipitación, que aban– donaron todas las municiones y numerosos muertos. Tomaron el Estandarte de la Media Luna y lo envia– ron al Papa Inocencio XI, quien lo depositó a los pies de María. El Sumo Pontífice, en agradecimiento a Ma– ría, por cuya protección se ganó la batalla y se libró a toda la Europa de un grave peligro, dedicó el do– mingo de infraoctava de la Natividad al Nombre de María. ¡ Cuántas victorias interiores y exteriores, privadas y públicas se deben al dulcísimo Nombre de María! lnvócala y vencerás a todos tus enemigos visibles e invisibles. Súplicas.-¡Oh María, Madre mía!, haz que pronun– ciando tu dulce nombre se ahuyenten' los demonios, se calmen las tempestades de las pasiones, se venzan las tentaciones. Sé para mí Estrella polar que me guíes por las rectas sendas de la santidad. S.é Estrella del mar que me oriente en la peligrosa travesía de la vida hasta dejarme seguro en las playas de la eternidad. Que mis labios pronuncien con gusto y con reverencia tu Nom– bre frecuentemente durante los días de mi existencia. Que en los momentos de la muerte y de la agonía yo expire pronunciando con amor filial los Nombres de Jesús, María y José, y que con Elloé descanse en paz el alma mía. Propósitos.-En todos mis peligros, tentaciones, ne– cesidades, dolores y amarguras miraré a la Estrella e invocaré a María, para que Élla sea la salvación del alma mía. En todos mis ministerios apostólicos, en mis predica– ciones, enseñanzas y misiones repetiré con confianza:
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