BCCCAP00000000000000000001104
anchura de los misterios de Dios. Los corazones puros ven a Dios. Cuanta más pureza, más amor; cuanto más amor, más conocimiento, más estima, más cariño, más amabilidad. Una sola mirada de Jesús convirtió a San Pe– dro. Con una palabra llamaba a los Ap6stoles. To– cando sus vestidos sanaba a los enfermos. Con su voz resucitaba a los muertos... ¿ Qué influjo no habrá ejercido en María durante los años de con– vivencia con Ella? María conocía la misión de su Hijo Jesús; Jesús conocía los privilegios y la san– tidad de su Madre. ¿ Quién puede comprender la mutua amabilidad, el mutuo afecto, el mutuo cui– dado, la mutua asistencia, el mututo consuelo ? De Ellos sí que podemos decir que eran un solo cora– zón y una sola alma ... III. NUESTRA AMABILIDAD Es cierto que nuestra amabilidad no es compa– rable con la de María. Venimos a este mundo man– chados con la culpa. Aumentamos nuestra fealdad por las culpas personales. Aun adquirida la gracia santificante, nuestra alma está llena de malas in– clinaciones y en continuo peligro de mancharse con nuevas culpas. - 136 -
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz