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frieron al ver nacer a Jesús en tanta pobreza; en la huída a Egipto, en la pérdida en el templo,, en la vida pobre de Nazaret. Siempre esposa cariñosa, dulce y amabe, a pesar de la adversidad. Amable, sobre todo con Jesús. El Verbo Encar– nado se sometió voluntariamente a todas las mise– rias y necesidades de la vida humana. María tuvo que hacer el oficio de Madre como todas las de– más madres. Se puede fácilmente imaginar las atenciones, los cariños, los cuidados y la amabili– dad con que María trataría a Jesús durante los años de la infancia. Conociendo Ella el misterio de la Encarnación, sabiendo quién era la persona del Salvador, la misión que el Eterno Padre le confiara, llena de gracia y de virtudes no podía menos de tratar y asistir a Jesús con amabilidad y con respeto, con amor y con reverencia, con solici– tud y con dignidad. ¡ Qué amabilidad y qué amor entre aquellas tres personas que habitaban en la humilde casita de Nazaret! María debía sentirse atraída irresistiblemente hacia Jesús y José. La asis– tencia mutua era un amor mutuo, nunca jamás visto. La Familia más perfecta que se puede for– mar sobre la tierra. La Virgen se muestra amable con los dos espo– sos en las bodas de Caná, de Galilea, y para evitar su humillación, al faltar el vino, ruega a Jesús que - 134-

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