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dro VII, suplicando, al mismo tiempo, la facultad de invocar en las Letanías Lauretanas a María Santísima con el título de Mater Immaculata. Be– nedicto XIV, en el año 1749, accedió benignamente a las súplicas del rey, indicando que, después de l'vlater intemerata, se añadiese Mater lmmacv!ata. Así, la nación española y los territorios ameri– canos, entonces dependientes de España, la invoca– ron con este título un siglo antes de su definición dogmática; todavía al presente se continúa salu– dándola con esta hermosa invocación. II. DEVOCIÓN DE ESPAÑA A LA CONCEPCIÓN INMACULADA Según la tradición, la Virgen Santísima, vivien– do aún en carne mortal, se apareció al Apóstol San– tiago en el Pilar de Zaragoza para confortarle y animarle a continuar su obra evangelizadora en la Península Ibérica. En aquel lugar, la piedad del pueblo español levantó un magnífico templo en honor de la Virgen, que viene siendo como un cen– tro irradiador de devoción mariana que se extien– de por toda la nación hispánica. La fiesta de la Inmaculada Concepción se cele– braba en Oriente en el siglo vrn, y en Occidente parece ser que empezó en el siglo 1x. En un con- - 122 -

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