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nas consagradas a Dios deben conservarse puros y sin la menor mancha de pecado personal volunta– rio ... III. EL SANTO TEMOR DE Dms, REMEDIO DE LA CONCUPISCENCIA El Espíritu Santo enseña que el temor de Dios es el principio de la sabiduría (24). Por este temor no se entiende un temor servil que tiene por ob– jeto la pena debida por el pacado, sino que se debe entender un temor filial, el cual, por una parte, con– sidera la grandeza y la majestad de Dios, y por otra la miseria, la pequeñez del hombre, la defor- midad del pecado que ofende a un Padre tan bue– no. El temor servil teme solamente por el temor del castigo, de tal modo que si no fueran las pe– nas debidas al pecado le ofenderían lo mismo. El temor servil puede darse aun en los que no aman a Dios. El temor se divide en mundano, servil y filial. El temor mundano es el que no vacila en ofender a Dios para evitar un mal temporal, v. gr.: uno que niega la fe por temor del castigo del tirano. El (24) Eccli., I, 16. - 112 -
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