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en 392 (19), y lo confirm6 San Martín I en el Con– cilio Lateranense (20). Era conveniente a la dignidad del Padre que en– gendró eternamente su Hijo; al honor del Hijo, Verbo Encarnado en el seno inmaculado de la Virgen Madre, y a la gloria del Espíritu Santo, Es– poso dilectísimo, y a la santidad de María Inmacu– lada y del castísimo San José. Todas las objeciones que se oponen a este pri– vilegio mariano se resuelven fácilmente, teniendo en cuenta las obras maravillosas de Dios en los misterios de la Anunciación y Nacimiento. Dios con su omnipotencia y bondad obró cosas admi– rables en María y la hizo grande, porque así con– venía a la excelsa dignidad de Madre de Dios. II. COMPARACIONES ENTRE LA MADRE y EL HIJO En los escritores marianos se encuentran muchas cornparaciohes o símiles que se atribuyen a la Ma– dre y al Hijo. Seleccioriamos algunas que se pue– den también recitar a modo de jaculatoria11 o ala– banzas. (19) Denzing., n. 91. (20) Denzing., n. 256. ...... 9¡¡ _
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