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CONF. IV.-DEFECTOS QUE DEl;IE EVITAR 69 que todos, aunque obraras maravillas, lanzases los de– monios, ~odo eso te será funesto y no te servirá para nada y de nada podrás gloriarte. Sólo en nuestras enfer– medades nos podemos gloriar, llevando cada día la santa cruz de Nuestro Señor Jesucristo" (23). La vanagloria se expresa por él polvo que disipa el viento, según aquello del Salmo: Y como polvo que arras– tra el viento de la superficie. de la tierra (24). Los sober– bios gustan de las alabanzas, aunque sean injustas y no las merezcan; se ahuecan como vanidosos pavos reales; son como balones llenos de viento; se disipa el viento y no valen para nada. Los soberbios y vanidosos, cuando les faltan la,s ala– banzas ajenas, disimuladamente se alaban a sí mismos. Hablan de todo lo que puede redundar en honra propia, de los grandes trabajos, de los muchos servicios, de los grandes éxitos, de los sacrificios, de 1SU linaje, de su fa– milia, de sus amistades con los grandes, de sus peniten– tes, con tal simpleza, que los que les oyen se ríen para su interior y. los juzgan fatuos. Otros disimuladamente llevan ei agua a su molino, aun con humillaciones y des– precios, a fin de que los oyentes puedan formarse una buena opinión de ellos. Existe la vanidad en un siervo de Cristo cuando apetece el favor de los hombres, cuando busca la alabanza humana, cuando desea los honores. De todas estas cosas debe huir como de un veneno. Los Superiores que se dejen dominar de alguno de estos vicios: soberbia, presunción, ambiciqn, hipocresía, vanidad, envidia, son aborrecibles a Dios y a los hom– bres. El corazón del vanidoso, dice el E,spíritu Santo; es (23) Opuse. Admon. V. p. 71. (24) Tamquam pulvis, quem proiicít ventus a facie terrae, Ps., 1, 4.

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