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62 GUÍA DE SUPERIORES Dice Santo Tomás que este vicio se manifiesta de tres maneras: 1) Buscando la honra que no se merece y que no se puede alcanzar; 2) buscándola por ella misma y para la persona, y no para Dios; 3) gozándose de la hon– ra en sí misma, sin emplearla en provecho de los demás, en contra de lo establecido por Dios (8). El ambicioso, dice San Bernardino de Sena, ambicio– na las dignidades y las magistraturas, busca dominar a todos, se ensalza con las traiciones, se eleva con las sedi– ciones; para ello trabaja con las maquinaciones, y en las pompas y en los faustos nunca tiene fin (9). La ambición tiene lugar en todos los órdenes de la vida: en el político, en el intelectual, en el material, e1. el eclesiástico y en el regular. Es un vicio que se extien– de ·a todas las esferas del orden social. La encontramos en todas las épocas de la historia y en toda clase de per– sonas... Dice San Bernardo que la ambición es un mal sutil, raíz de la iniquidad, cáncer solapado, oculta enfer– medad, artífice del engaño, madre de la hipocresía, ori– gen de los vicios, fomento del pecado, oruga de la virtud. polilla de la santidad, ceguedad del corazón, que del mis– mo bien saca males, y produce en el alma, de sus propios remedios, las dolencias (10). Esta ambición causa daños en los prelados, si se de– jan dominar de ella. Los ambiciosos son indignos de las prelacías. Dice el Beato Diego de Cádiz "que apenas se ha– llará una señal más clara de no querer Dios a un religio– so en las prelacías, que la ambición con que éste las pro– cura. Porque siempre ha sido estilo común de la Divina (8) Sum. Theol., 2,2, q. 131, a. l. (9) Serm. feriae 5 cinere, a. 1, c. 1, t. II, p. 34. (10) S. BERNARDO, Serm. 6 in Ps. Qui habitat, n. 4, P. L. 183, 198.
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