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CONF. IIJ.-DOTES CIBNTÍFICAS Y CULTURALES 43 l.ª) Lo primero, para evitar los pecados, faltas o errores en que puede caer por ignorancia o incapacidad. Se cumplirían las palabras del Señor: Caecus autem, si caeco ducatum praestet; ambo in foveam cadunJ (3). La ignorancia puede causar muchos males al Superior y a los súbditos: Bien convencido de esta verdad, San Juan Bautista de la Salle decía a sus Hermanos: "Debéis instruiros a fondo en la religión, porque vuestra igno– l'ancia sería criminal; sería causa de la ignorancia de los que os están confiados." Y San Juan Crisóstomo: "La ig– norancia de uno solo es a veces causa de la pérdida de un pueblo entero" (4). Oíd lo que el Beato Diego de Cádiz escribía de la ig– norancia de los Superiores: "Es en los Superiores la ig– norancia un vicio capital, raíz y principio de infinitos ma– les, que poniéndoles en la dura necesidad de pecar, les hace tanto más inexcusables en ésta cuanto son en aqué– lla más voluntarios. Todos son o deben ser instruídos en su propio arte, para usar de él con la propiedad y perfección que res– pectivamente exige cada uno. Esta instrucción no ha de ser en nosotros superficial, aparente ni puramente espe– culativa, en el tal cual conocimiento de las más graves obligaciones de nuestro estado y de nuestro ministerio. Ha de ser, sí, exacta, profunda y, en cierto modo, prácti– ca, de suerte que, junto con la noticia de lo que debemos hacer, nos suministre los medios prudentes y oportunos para su ácertada ejecución... Y ha de comprender todo (3) Matt., XV, 14. (4) Cfr. F. T. D., El Superior perfecto, cap. 17, p. 358.
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