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38 GUÍA DE SUPERIORES imposible agradar a los hombres sin la dulzura. Y aduce como prueba su propia experiencia, Siendo joven Abad, eri el ardor de su celo e inclinado al rigor, era temido de todos, y muchos procuraban alejarse de él y no en– contrarle. Se dió cuenta, pidió perdón, cambió el modo de conducirse con los otros, se aplicó a la bondad pater– na, y de tal modo llegó a ganarse los corazones de todos, que gobernaba a más de setecientos monjes con tanta facilidad como se conduce un corderillo... Solía decir a sus hijos que él era la madre d'e todos, que ellos eran la pupila de sus ojos, las vísceras de su seno... (16). El Concilio Tridentino (17) trata de las cualidades paternas de los Prelados de la Iglesia que son aplicables también a los Superiores religiosos. Estas palabras fue– ron adoptadas también por el Código en el Tratado De poenis (18). La Iglesia tiene derecho connatural y propio, independiente de toda autoridad humana, a castigar a los delincuentes súbditos suyos con penas, tanto espirituales como temporales. Téngase, sin embargo, a la. vista la advertencia del Concilio de Trento ses. XIII, de ref. cap. I: "Acuérdense los Obispos y los demás Ordinarios de que son pastores y no verdugos, y que conviene rijan a sus súbditos de tal forma,· que no se enseñoreen de ellos, sino que les amen como a hijos y hermanos, y se esfuercen con exhor– taciones y avisos en apartarles del mal, para no verse en la precisión de castigarles con penas justas, si llegan a delinquir, y si ocurriere que por fragilidad humana lle– gasen a delinquir en algo, deben observar aquel precep- (16) Cfr. A. BRESCIANI, Opere, p. 151, Roma, 1865. (17) Ses. XIII, de Pref., cap. I, Meminerint. (18) Can. 2214, s l. ·

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