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34 GUÍA DE SUPERIORES no; no los tiene como jumentos o esclavos comprados, sino como hijos copartícipes de la herencia eterna, ha– ciendo con ellos como quisiera que ellos hiciesen con él, si se viera en la misma nece.sidad" (11). No es posible que un Superior dé gusto a todos; pero, si falta, es preferible que se exceda en la bondad, por la c:ual se hace más amable, es obedecido con más gusto, y los súbditos recurren a él con más libertad en las nece– sidades. El P. Bernardino de Asti, una de las columnas de nuestra Reforma Capuchina, solía repetir: "Los Su– periores deben ingeniarse para hacerse más amar que temer" (12). El Superior debe infundir el espíritu de familia en la Comunidad, a fin de que en ella reine la paz, la solida– ridad, la cortesía, la delicadeza, la condescendencia, la confianza y el amor mutuo. En el hogar doméstico, en la familia bien formada, todos se quieren, todos se ayudan, todos se compadecen, todos trabajan, todos se alegran o entristecen. En la fa– milia el uno anima al otro, se alaban mutuamente, se olvidan las ofensas inevitables, se vive sin cálculos egoís– tas, a todos y a cada uno se quiere bien... Ese espíritu de familia debe el Padre amante infun– dir en la Or~en, en la Provincia, en la Comunidad, en todos sus súbditos, a quienes debe considerar como hiJOS muy amados, a imitación del Apóstol de las gentes, que con desahogos paternales escribía a los Gálatas: "Hijitos míos, por quienes siento de nuevo los dolores de parto, (11) De sex alis Seraphim, cap. III. n. 4. (12) M. PoBLADuRA, La bella e Santa Riforma, p. 204. Roma. 1943.
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