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CONF. XV.-DE LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA 243 uno ame a sus Fundadores, sus reglas, sus glorias, sus santos; pero sin exageraciones. El espíritu de cuerpo y de familia es necesario y conveniente, pero degenera si se hace exclusivista. Todos formamos parte de un gran ejército que milita bajo la misma bandera y el mismo General, Cristo Redentor. Nuestra conquista es el mundo entero para Dios; cada cual guarde su puesto y preste sus fuerzas. Con distinto uniforme, por diversas vías y con medios accidentalmente diferentes aspiramos a los mismos fines. Sin perjudicar en nada a nuestra vocación, antes favoreciéndola mucho, debemos ser apóstoles me– diante la santificación propia y la santificación de los demás. La caridad es difusiva, y cuanto más crece, más se difunde. El fuego de nuestra caridad es necesario que arda, que alumbre y que encienda. Ut luceat: La imagen usada por Jesucristo, dirigién– salvación de las almas y el deseo de que el Dios verda– dero sea conocido, amado y servido en todo el mundo debe arder en los corazones de todos los Religiosos, lla– mados con predilección al estado de perfección. Ut luceat: La imagen usada por Jesucristo, dirigién– dose a sus discípulos, tiene aquí perfecta aplicación: Vos estis lux mundi. "Vosotros sois la luz del mundo." No puede esconderse una ciudad puesta sobre la cima de un monte. Ni se enciende una lámpara y se coloca debajo del celemín, sino encima del candelero, y alumbra a to-– dos los que están en la casa. Que alumbre así vuestra luz delante de los hombres, de suerte que vean vuestras obras buenas y den gloria a vuestro Padre, que está en los cielos" (57). La vida religiosa debe servir de ejemplo a todos los fieles. Si en éstos vive el .espíritu misionero, (57) Matt., V, 14-16.

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