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236 GUÍA DE SUPERIORES ter noster, que contiene peticiones misioneras como: San– tificetur nomen tuum... Adveniat regnum tuum...Fiat vo– luntas tua... Exhorta a los discípulos: Rogate ergo Do– minum messis, wt mittat operarios in messem suam (40). Los Apóstoles eligen a los diáconos para ellos poder tener más tiempo para la predicación y la oración (41). San Pablo escribe a su discípulo Timoteo, que ruega por to– dos, pro omnibus hominibus (42). La Escritura y la Tradición están llenas de textos en los que se recomienda la oración por nosotros y los de– más. Estas mutuas oraciones se fundan en el dogma de la Comunión de los Santos, por la cual dice León XIII: Mutua auxilii, expiationis, precum, beneficiorum commu– nicatio inter fideles in unam coaelescentes civitatem, cu– jus caput Christus, cujus forma caritas (43). Orate pro invicem, ut salvemini, dice Santiago (44). Este es el grito de la Revelación, de la tradición cristia– na, de los Pastores de la Iglesia. Si todos los cristianos están obligados a orar, ¿cuánto más los Religiosos, quie– nes, por razón de su estado, una buena parte de su vida deben ocuparse en oraciones vocales o mentales? Y ¿con cuánta mayor razón los Religiosos de vida contemplativa, cuyas principales ocupaciones son el culto divino y las obras de piedad? Por este motivo, los últimos Sumos Pontífices han re– comendado vivamente la oración a todos, pero particular– mente a los Religiosos que abrazan este género de vida. Pío XI, en la aprobación de la Regla de los Cartujos, (40) Luc., X, 2. (41) Act., VI, 4. (42) J Tim., II, 14 (43) Encicl. Mirae Caritatis, 28, V, 1902, ASS., 34, 649. (44) Jac., V, 16.

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