BCCCAP00000000000000000001103
230 GUÍA DE SUPERIORES ca, del Japón, de Alaska, de la Siberia, de Nueva Ze– landa, de todas las zonas del mundo; pues todos somos hijos de un mismo Padre celesti.al y redimidos por la Sangre de un Redentor universal. Debemos amar y so– correr particularmente a los más necesitados. "¿Y qué clase de hombres-dice Benedicto XV-más acreedores a nuestro socorro fraternal que los infieles, quienes, des– conocedores de Dios y presos de la ceguer-a y de las pa– siones más desenfrenadas, yacen en la más abyecta es– clavitud del demonio?'' (28). Se cuenta de San Bernardo que en el primer tiempo de su permanencia en el Monasterio de Claraval se pre– guntaba a sí mismo: Bernardo, ¿a qué has veniao? La respuesta única era ésta: Para salvar tu alma y la de tus hermanos. Religioso, de cualquier Instituto que seas, ¿para qué te has hecho Religioso? ... "Para salvarme a mí mismo y a todas las almas que pueda... ". Santa Teresa de Avila, cuando trataba de fundar el convento de San José, en 1562, tuvo noticia de los es– tragos que hacían los luteranos en Francia y del incre– mento que tomaba la herejía, y escribió: "Dióme gran fatiga, y como si yo pudiera algo, o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal. Pare– cíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin, e imposibilitada de aprovechar en lo que yo qui– siera en el servicio del Señor, y toda mi ansia era, y aún es, que, pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que ésos fuesen buenos, determiné hacer eso poquito que era en mí, que es seguir los consejos evangélicos con toda (28) Maximum illud, AA. S, 1919, XI, p. 451.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz