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CONF. XV.-DE LA ESPIRITUALIDAD MISIONERA 223 so tener amigos, íntimos, imitadores, y éstos fueron los Apóstoles, los discípulos, las piadosas mujeres, que se pueden considerar como las primicias de la vida reli– giosa. Ahora quiere almas consagradas a El para que le sigan de cerca, para que sean instrumentos de sus con– quistas, propagadores de su reino y anunciadores de su doctrina. Los Religiosos, por razón de su estado, deben conti– nuar la obra del Primer Misionero, que vino a redimir la humanidad caída; a mostrar el camino del cielo; a comunicar la vida sobrenatural a los hombres, a dar su vida por la salvación de todos. 2. El estado religioso y los amores misionales. Es evidente que los fines principales de las misiones son la gloria de Dios, del v,erbo Encarnado, Jesucristo Red~ntor, el establecimiento de su Iglesia como medio de salvación ordinario y la salvación de las almas redi– mMas con la sangre de Jesucristo. A estos cuatro fines corresponden también cuatro amores; porque son cuatro bienes o móviles de la volun– tad. Todos los cristianos están obligados, según sus fuer– zas y posibilidades, a trabajar por la consecución de estos fines; pero los Religiosos, en virtud de su estado y de la vocación especial que han recibido, deben brillar de una manera especial, mucho más esplendente, gene– rosa y universal: a) Deben brillar en el amor de Dios. La gloria de Dios es el último y snpremo fin de toda espirituali– dad misionera. El resorte que debe mover, en último término, toda la vida espiritual del Religioso es el amor

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