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218 GUÍA DE SUPERIORES brotar espontáneamente del mismo estado religioso como una consecuencia del genuino espíritu evangélico. A mi modo de ver, la espiritualidad misionera del religioso no ha de ser otra cosa que vivir plena y uni– versalmente la vida de Cristo Redentor. El espíritu mi– sionero brota del Corazón de Cristo Salvador, que se encarna por todos, que muere por todos, que se da en alimento eucarístico a todos, que abraza a todos, que es, en una palabra, universal, católico. La espiritualidad del religioso, cuya mísión es imitar a Cristo, no debe ser egocéntrica, interesada, restringida; sino universal, difusiva y comunicativa a todos. El religioso, en su vida de santificación, de oración, de sacrificio, de soledad, de silencio, de observancia, de contemplación, debe abrazar a todo el mundo, a todos los hijos del Padre nuestro que está en los cielos; a todos los hermanos redimidos con la sangre de Cristo. Así, pues, la espiritualidad mi– sionera de la vida religiosa vendría a ser como una ten~ dencia a polarizar la vida de perfección hacia los proble– mas misioneros; como un matiz especial del espíritu evangélico; como una tonalidad singular en perfecta ar– monía con el espíritu que la Iglesia Católica manifiesta en nuestros días, según las exigencias de los tiempos actuales. Hoy se habla mucho de lo que en italiano .se dice: aggiornamento, es decir, estar al corriente, ponerse al día, adaptarse a . las exigencias de los tiempos, moder– nízane... Esta y otras expresiones pueden interpretarse erróneamente, porque el Evangelio, la fe, las virtudes, las verdades, la santidad, no cambian ni pueden cam– biar. Pero dentro del marco de la santidad, puede haber tonalidades diversas que se adapten a las exigencias del
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