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214 GUÍA DE SUPERIORES no-dice el P. Bernardino de París-, nosotros somos pro– puestos para servir de regla y modelo a los que nos si– guen. Ellos deben ver en nuestras acciones y palabras . el espíritu de Jesucristo y de San Francisco, viiviente, actuante. Debemos ser respecto de los mismos como pa– dres que los engendran para la vida de la gracia, como maestros que se desvelan para formar a Jesucristo en su corazón mediante el espectáculo de una santa vida que los instruya más poderosamente por la eficacia de los buenos ejemplos que por la elocuencia de los discur– sos. Si les comunicamos un espíritu ferviente, serán fer– vorosos; si tibio y lánguido, serán flojos y lánguidos. No pueden ellos dibujar una virtud más eminente que la que ven en nosotros. ¿Cómo ser silenciosos si el silencio es violado't ¿Cómo puntuales, si la puntualidad se des– cuida? ¿Cómo obedientes, si es menospreciada la obe– diencia? ¿Cómo amorosamente pobres, si observan que los que han hecho profesión de ella la rehuyen y des- deñan?" (36). · La vida seráfico-capuchina se vive principalmente por la observancia regular, por la compenetración prác– tica de la espiritualidad franciscana, por la ilustración de la inteligencia y la unción del corazón; llevando a nues– tra inteligencia las doctrinas franciscanas y a nuestro corazón la práctica de las mismas... Luego debemos pro– curar en nosotros el franciscanismo integral, práctico, viviente, actuado y realizado... La historia ya no debe ser de Francisco, de Antonio, de Buenaventura, de Ber– nardino, de Lorenzo, de Diego... , sino la nuestra... Nues– tros pies deben subir al Alvernia, nuestras manos deben (36) CESÁREO DE TouRs, La perfecci6n Seráfica según San Francisco, vers. cast. del P. Martín de Barcelona, p. 261, Bar– celona, 1926.

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