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chkuá y Nischkú amarraban bien fuerte, más todavía. Barí nueva– mente los visitaba; pero ese barí vcia su espíritu -basunchimba-. Ese b::irí le comunicó de nuevo su propósito; pero Nischkú no cum– plió la palabra de barí, sino que seguian haciendo la represa ellos mismos. Las mujeres también hacían las esterillas. Y los hombres ocuparon todo el espacio que hay desde la montaña hasta la otra punta de la montaña, para ocupar toclo. Después, cuando ya comien– zan con el techo, colocan bastantes palos para que no p2.sc agua. Los Nischkú seguían haciendo el techo. Al hacer el techo, se aumentaba, se ocupaba el volumen -toda la t:erra--, es decir, aumentaba más agua. Cuando Nischkú estaba haciendo el techo de la kiróra, los barí les dijeron: « Imposible, ya viene agua». Un barí, el que veía su esp'ritu, les dijo: «Ahora nos moriremos nosotros y nos matará a nosotros». Los señores Nischkú siguieron haciendo su trabajo; ocu– paban todo el espacio, llenando todas las varillas de palos y así pa– saban los días. Los Nischkú hacían su trabajo más rápido para re– coger a todos y empezaban a morirse los barí, uno por uno; con el agua se ahogaban. Y otros tres barí más empezaron buscando sus alimentos; empezaron a arrancar con su balsa. Llevaban en su ca– nasta un poco de plátanos y más carne. Las carnes se les pudrieron. Solamente les quedaron los plátanos y la yuca. Luego, el barí, el que se metió dentro de su balsa, llevó un poco de plátanos y un poco de yuca. A ese mismo barí se lo llevó el agua. Pero se quedó dentro de su balsa. Así pasaron los días. El que se malograba por dentro, comía él mismo solo. Yuca comfa un poquito para el otro día. El que estaba dentro de su balsa, fue a averiguar a la casa de ellos; donde estaba Nischkú y Nischkuá. Ese barí se quedó vien– do cómo estaban muertos los demás barí. Estaban podridos y pu– driéndose los pies y todo su cuerpo. Los pelos se les caían con el frío. Los Nischkú llevaban a los barí como si fuesen peces grandes. Unos parecían corno caimanes y otros parecían otros pescados gran– des. Luego, el que se ocultó dentro de la balsa, se fue a la base de agua donde hicieron kiróra los Nischkú, donde hicieron la represa. Los personajes de allí eran Nischkuá y Nischkú y cada uno, el que estaba dentro de su balsa, fue a visitar a Kokébadóu. Le dijo: «Yo estoy aquí presente, pero aquí no me viene a atacar el agua, porque aquí yo soy el dueño de todos los peces». Los que se quedaron dentro de la balsa fueron los hijos peque– ños, pero el que creyó cm el más joven de todos, era el hijo ma– yor, era uno sólo. Y la madre también era jovencita y su padre, tam– bién, era joven. Fueron con sus hijos hacia donde está el señor grande, dueño de todos los pescados. Ese barí que se salvó dentro de su balsa era Kokébadóu: Marchó de allí cuando los señores Nischkú empezaron a hacer la represa. El se ocupó de hacer su trabajo. Duró tres días y una noche, y se metió con su familia y todo. Llevaron la comida para comer en el día. Ese barí se salvó; pero hoy día debe resultar bastante difícil que existamos nosotros, aquí. 411
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