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mo cualquier clase de animales y demás clases de peces. Después de haber hecho su pesca, los barí se quedarán con los pelos bien calvos. Van cayéndose de los cuerpos y van pudriéndose y a los que habían pisado con sus pies, se les nota como si estuviesen podridos y bien hmribles, pero llevándolos Nischkú y Nischkuá. Cuando Nis– chkú estaban haciendo la kiróra, o haciendo represa, otros barí se quedaron en la casa y pocas familias fueron hacia arriba. Esas fa– milias fueron las que se salvaron; pero los otros barí se murieron. Los chuzaron Nischkú a los barí. Después, el barí que había hecho su balsa se salvó él sólo. Algunos de los que habían marchado con esas familias llevaron sus flechas. Uno se quedó sin flechar, pero subió a un árbol bien alto. Los que llevaron sus flechas, ellos fle– charon a Nischkú y a Nischkuá. Esos son personajes que viven allá muy cerca del cielo. Cuando flecharon a Nischkú, bajaron de nuevo, a sus casas, y, entonces, un barí que se fue hacia abajo se salvó; era el que estaba dentro de la balsa: se abrió de nuevo más abajo de donde ellos hicieron la represa. Se levantó, entonces, allí un barí y siguió hacia abajo. De ahí hacia abajo se ve.ía bajito el río. Donde había hecho su represa Nischkú, el río era altísimo de agua, como un pozo bien grande, parecido al mar. Al hacer kiróra, Nis– chkú estancó bastante agua hacia arriba. Se llenó toda la monta– ña y el que estaba allí arriba, se llenó casi todo, se quedó a la mi– tad de la punta de la montaña. Así quedaron algunos de los barí. Las mujeres de Nischkú empiezan a poner esterillas para estancar el agua. Como barí hace cuando pesca. Primero hace la represa arriba y las mujeres hacen la represa para detener a los pescados. Otra represa para las mujeres. Y así nos dicen los barí que hicieron an– tiguamente los Nischkú. Las mujeres de Nischkú extendían la este– rilla en el suelo; pero no es el suelo; sino es agua. Para ellos es sue– lo y para nosotros es agua. Y los hombres Nischkú empiezan a hacer la represa hacia arriba y después estancan así el agua. Nischkú empezaron a hacer kiróra ele nuevo, es decir, la represa. Las mu– jeres a extender la chíddra, es decir, la esterilla. Ellos, los Nischkú, bajaron de sus tierras los palos bien fuertes para detener el río. De allí un barí se fue hacia ellos. El que veía su espíritu le dijo a los Nischkú: "¡Oigan, señores! ¿ Nos van a matar a nosotros? ¡Dejen de hacer la represa!». Pero Nischkú no escucharon ni cumplieron; sino que siguieron haciendo su represa. Uno de los barí se fue a visitar– los de nuevo. Le dijo a Nischkú: «No hagas más represa, vas a ma– tar a mi familia». Ellos nuevamente no cumplieron lo que había di– cho un barí: siguieron haciendo su trabajo Nischkú y Nischkuá. Nischkuá siguieron trabajando. Un barí de nuevo volvió a visi– tarlos a ellos. Y les dijo: «No hagan más presa». Y las mujeres de Nischkuá siguieron haciendo la esterilla, esterilla nueva. Cuando terminaron la esterilla, siguieron haciendo más esterilla, y los hom– bres, la que estaba terminada, la agarraban y la colocaban junto con los palos, para que no pasase el agua y llegaban hasta casi cer– ca del cielo, para que se estancase el agua. Luego, los hombres Nis- 410
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