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Visitaron a toda la familia de Nischkú. En la primera familia, Nischkú tenía un hijo. (Repite). En la segunda tenía muchos hijos. Tenían muchas clases de carne. Así conocieron a todas las familias de Nischkú. Luego, regresa– ron, haciendo flechas con los hijos de Kokéba. Los hijos de Kokéba tenían muy buena puntería. Hicieron muchos manojos de flechas. Y se fueron en busca otra vez de Nischkú. Kokéba le dijo a barí (era uno sólo): «Mata a Nischkú que chuzó a toda tu familia. Mata a Nischkú que mató a toda tu familia: papá, mamá y hermanos». Kokéba dijo a sus hijos: «Cada uno de vosotros esperadle en un camino distinto. Cuando salga a hacer sus necesidades, flechadlo». Se fueron de madrugada a esperarlo, cada uno por distinto ca– mino. Salieron tres Nischkú. Barí flechó a uno y gritó un poquito. Los otros los flecharon los hijos de Kokéba y no gritaron. Los hi– jos de Kokéba dijeron al barí: «¿ Oirían los otros al que gritaba desde casa?». Volvieron a hacer lo mismo en otro camino. Ahora de seguro que no oyeron. Fueron a otro camino e hicieron lo mismo y mataron a más Nis– chkú. No hicieron ruido ninguno. Así acabaron con todos los Nisch– kú. En otro camino hicieron lo mismo. Y así mataron a todos los Nischkú. Esperaron como un rato. Los hijos de Kokéba vinieron por otro camino de avisar a barí y le dijeron: «Vamos a entrar en su casa». La casa tenía cuatro puertas. Estaban acostados uno por uno, reposando en chinchorros. Los flecharon y uno al que flechó barí gritó: «¡Ay!». Los hijos de Kokéba siempre mataban y no gri– taban sus flechados. Barí dijo a los hijos de Kokéba: «¿ Dónde está la otra casa?». Le dijeron: «Por allí lejos. Vamos a verlo». Fueron a verla y encon– traron a Nischkú conversando entre ellos. La vieron por dentro, mirando a ver si tenían también carne. Cuando vieron que no te– nían carne, barí les dijo: «No les matéis. Si tuvieran carne, sí les mataríamos». Y los dejaron tranquilos. Los hijos de Kokéba dije– ron: «Dejémosles tranquilos, no tienen carne»; y se fueron. Los que tenían carne a toditos los mataron. Los hijos de Kokéba son mejo– res tiradores que barí. No fallan nunca en sus flechas. Y fueron donde estaba papá y mamá de los hijos de Kokéba. La señora de Kokéba preguntó a barí: «¿ Comiste la carne que tenía Nischkú?». Barí le contestó: «No comí. Era barí». Cuando llegaron, les contaron todo lo que habían hecho y cómo los habían matado. (Repite). A los que no tenían carne les dejaron tranquilos; a los demás los ma– taron. Los hijos de Kokéba terminaron con todos los que tenían carne; a los demás los dejaron tranquilos. (Repite esto dos veces). Barí estuvo mucho tiempo con los hijos de Kokéba. Kokéba le dijo a barí: «Vete a visitar a tu gente, a tu familia de donde vi– niste. Vete y cuentas cuántos barí han quedado después de lo ocu– rrido». Kokéba dijo a sus hijos: «Acompañad a barí». Eran cinco los hijos de Kokéba y lo acompañaron. 407
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