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dejan el hogar abandonado. ¡Qué desastre nos estamos imaginando de antiguo! Nos dieron el consejo. Nosotros mismos comentamos: «Aquellos tiempos eran buenos, saludables. En cambio, hoy día no es así. Son distintos. Traen costumbres de afuera y acostumbran mal a nuestros hijos». Y eso, ¿por qué?, nos decimos. A través de esas comunicaciones queremos comunicaros para el futuro. Nuestros hijos serán egoístas más tarde. Veréis que vosotros mismos amenazaréis a vuestros propios jó– venes. Si es egoísta su padre, matará por la mujer de su hijo. Y así nos dice la historia. Al provocar el nacimiento de otra hija, el sefior tigre se la llevó donde nace el sol. Y después la trajo bien alta y bien hecha la muchacha. Por eso lo amenazan, al llevarse la mucha– cha. Y así nos dice muchas veces su historia. Y nos acordamos. De esa misma forma algunos están, así, egoístas por las muchachas. Allí, otro joven se encuentra con la esposa. Hoy día hablan sola– mente con la esposá. El marido piensa que están haciendo mal con 'la muchacha o con la esposa pocrtándose muy mal la esposa y así provoca causar la muerte. Antiguamente así causaron la muerte por 1a muchacha. Así lo traspasaron con las flechas muy largas. Otro le atravesó el corazón y otro la parte posterior del estómago. Como nosotros estamos imaginando el consejo de ese mismo personaje. De él y de su cuñado nos hablaron los antiguos y nos dan ese mis– mo consejo. Y estamos recordándolos. Hoy día hacen muchas fecho– rías unos con otros y por esto sufren mucho con las personas. En aquellos tiempos, asimismo, le causaron la muerte con la flecha bien larga. La flecha se la llevó para siempre, como un recuerdo traspa– sado en el corazón. A Dababosá le dejaron de reposo unos cuantos días, donde nace el sol. La muchacha habló a todos los amigos para que lo aten– dieran y curasen en ese mismo líquido que utilizaba él. Dababosá se bañaba cada día, todas las noches, para que se curasen las he– ridas de la flecha. Y así pasaban los días. Su cuñado lo esperó va– rios días. Al final, el cufiado se olvidó de acordarse de aquel perso– naje. Un día aparece él mismo en persona. Y habló con su cufí.ado. Los barí se imaginaban antes: « ¡Ojalá que trajese de ese mis– mo líquido para bañarnos, para que nosotros también purifiquemos nuestra alma y nuestro cuerpo! Estaríamos sanos». Pero ellos no ven nada. Eran pesados. No se acordaban de él. Dababosá sabía lo que iba a suceder en esa ocasión. Pues bien, así nos da ese mis– mo consejo de Dababosá. Queremos vernos avisados en adelante por su consejo. Nos ha quedado en la mente y seguiremos explicándolo a nuestros hijos en el futuro. 400

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