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vas a matar a mi hijo». Como Dababosá ya sabía cómo lo iba a ha– cer, se lo cargaba en la boca. Empezaba desde la casa hacia el mon– te a correr fuerte y él mismo le dijo: «Yo me encargaré de hacer esto. Y tú seguirás atrás ele nosotros». Y él estaba pensando. Los barí dijeron: «A nuestros hijos los vas a matar. Van a morir de sed al no amamantarlos su mamá. Y nuestros hijos están muriendo de sed. ¿ Hacia dónde se los va a llevar el señor tigre?». Y Dababosá ya sabía hacia dónde debía irse. Empezó a correr. Un poquito más adelante, ya se transformaba en persona. Es él, a quien designa Sabaseba para ser nuestra salvación; él era un gran maestro. Los barí comentaron de esa mismo personaje: «Nosotros nos queríamos casar con la hija de él y el señor tigre siempre se las lleva». Ellos pensaron que se iba a casar con ella. La muchacha era simpática a primera vista, se veía amable y cariñosa. Pero Dababosá se iba a adueñar de esa misma hija. Iba a ser el cuñado de barí. Dababosá simplemente caminaba con cuatro patas desde el cielo hacia la casa. Y los barí se decían unos a otros: «Cada mañana viene a visitar a esa mujer embarazada». Dababosá le traía comida para ellos mismos, los que iban a ser sus cuñados. Sus familiares hablaban al señor tigre. Este les acon– sejaba a unos y a otros: «¿ Por qué -viejos- me dicen así: nos puede enseñar y nosotros podemos aprenderlo? Y así seremos feli– ces junto a ti». Pero le amenazaban todavía los jóvenes. Desde el principio vino la muchacha sin la corona. Después vino al otro día con su corona. Pero la seguían mucho los jóvenes barí; veían su cara simpática. Pero barí comenzaron a comentar sobre el tigre. Hoy día estarán multiplicados más barí, más hijos y más amis– tades. Si el señor tigre hubiera venido de nuevo estaríamos a su favor. Nos salvaría a todos. Hoy comentamos nosotros mismos: en aquellos tiempos los jóvenes fueron malucos con él. Desgraciadamen– te no sabían lo que estaba haciendo Dababosá. Estaba haciendo un favor y bien para el barí y para todos. En aquellos tiempos no pen– saron bien y nos dijeron: «Vosotros mismos seréis igual, desgracia– damente; os mataréis unos a otros por asunto de las muchachas simpáticas». Nos preguntamos: «¿ Por qué ellos no nos avisaron ele estas cosas». Hubieran dejado que llevase a los recién nacidos. Antes estaban equivocados. Comentamos nosotros sobre Dababosá: «Entonces no existían jóvenes que fuesen buenos; existían muy pocos. Ese mis– mo maestro les daba consejos para todo». Ese mismo personaje se casó con una hija de barí. Y comentamos hoy día: «Donde nace el sol él mismo estará feliz y de nuevo queremos nosotros mismos que vuelva a recordársele». Los antiguos -Saimayoi- decían para nos– otros: «Vosotros y vuestros hijos seréis bravos al verse y casarse tan pronto. Amenazará uno a otro joven, al verse juntándose con la esposa de él. Y vosotros mismos seréis egoístas por las mucha– chas». Nos lo imaginamos nosotros mismos. Eso es verdad. Hoy día están más equivocados que antes. Se casan tan pronto y rápido y 399
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