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donde me flecharon». El cuñado le tocó y dijo: « ¡Qué barbaridad! ¿ Por qué has durado?». Dababosá le dijo: «Me han flechado por tu hija», dirigiéndose al papá... «Ahora ya no voy a venir más en forma de tigre, sino en persona, para que no me maten. Y así seguiré sien– do en el camino». La muchacha le habló a su papá: «Papá, yo no traigo tortuga, porque mi marido me dijo que no llevara tortuga. Después a nos– otros nos amenazaron con la flecha». Dababosá le habló a su cuña– do: «Cuñado, nosotros no vamos a venir a la madrugada. Vendre– mos al atardecer y marcharemos a la madrugada». Pasada alguna noche, se dieron cuenta los jóvenes de nuevo. Desde la noche lo esperaron con la flecha. Dababosá se dio cuenta también. Y la mu– chacha le dijo: «A nosotros nos vieron esos jóvenes. Y los jóvenes eran barí. Eran tres. Esos mismos barí nos están esperando en la puerta con la flecha». De nuevo respondió Dababosá a su cuñado: «Cuñado, nosotros no volveremos jamás, porque de nuevo nos es– tán esperando esos jóvenes. Desde anoche nos están esperando y nosotros nos quedamos en el monte. Tu hija me dijo: 'Yo voy a ir escondida; pero eran varios los jóvenes barí que esperaban con sus flechas'». El cuñado del tigre habló últimamente. Pero Dababosá le dijo: «Yo creo que no voy a volver ya nunca, cuñado. Marcharé para siempre a donde nace el sol con tu hija y me casaré con ella para siempre». Dababosá, que ahora ha vuelto de nuevo, desde que le fle– charon, vuelve en persona. Se despidió del papá de la muchacha, de sus hermanos. Después dijeron: «Nosotros nos acordaremos des– de la casa de tí, de mi cuñado y sobre todo de la familia». Su cu– ñado le empezó a recordarle todo. Todo lo que le había enseñado ese personaje y ya lo tiene. Sabía cómo curaba a los chiquitos, a su propio cuerpo y a sus familiares. Y así nos cuenta la historia de antes, que nos habla claramente. Nosotros estamos aprendiendo esa misma historia. Antiguamente, cuando estuvo Dababosá, la mujer embarazada no sufría nada en el parto. Hoy en día, la mujer se desmaya al dar a luz y la mujer embarazada sufre muchos trastornos psíquicos. An– tes no sufría nada, en ninguna ocasión, ninguna consecuencia: ni el hombre, ni la mujer, ni los hijos. Antes nos hablaban de esta mis– ma historia. Antes Dababosá nos quería como a sus propios hijos y como a su propia madre. En ese tiempo estuvo Dabobosá. Al co– mienzo del parto, antes, no se sufría nada. Al comienzo de nacer no sufría nada. La muchacha igual jovencita tenía su regla. No le provocaba consecuencias graves, sino poquito. Ni la madre, ni su papá tenían enfermedad alguna. Hoy día mujeres he visto, y bas– tantes, que sufren por esa misma causa que la mujer embarazada. Hoy día las muchachas sufren mucho por sus reglas y sus conse– cuencias: tienen bastantes sufrimientos en el abdomen y por todas partes de su cuerpo. Antes, cada vez que estaba embarazada la mu– jer, visitaba a cada una de ellas y le decían: «Señor tigre, me lo 398

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