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Desde el camino, Dababosá comenzó a gritar fuertemente: «Cu– ñado, ahora sí que me van a matar a mí». Y a la muchacha que venía con él no la pudieron agarrar; pues se fue invisiblemente. Los jóvenes barí al atardecer llegaron a casa. Y dijeron: «No pudimos matar al tigre». «Era verdaderamente una persona, que se transfor– maba en tigre. No sabemos por qué hemos hecho esto. Además, no pudimos alcanzar a la muchacha. Y así se fue con él, con Daba– bosá». Todos comentaban sobre el caso del tigre. «El tigre venía inocentemente y no lo pudimos matar. El rápidamente se fue hacia el camino». Y los tres jóvenes barí comentaban: «Uno de nosotros quisimos alcanzar a la muchacha». Y cada uno de ellos comentaba en casa: «Tú pudiste alcanzarlo a él». El otro le decía: «Y tú, ¿por qué no alcanzaste a la muchachal», «No la pude alcanzar porque se hizo invisible», respondió el otro. El tigre se marchó hacia donde sale el sol. En su casa se quedó sangrando bastante. La muchacha le dijo: «Yo tampoco me di cuenta de que ellos estaban esperando». El tigre dijo: «Yo ya estaba muerto. Pero tú trajiste mi espíritu y he revivido de nuevo». La muchacha le dijo: «Papá, tú estabas muer– to. Te he traído. Tú me dijiste: ¿ dónde están ellos? Te respondí: ellos no están aquí; ellos deben haberse marchado a su bohío». Mientras, los tres jóvenes barí comentaban en su casa: «No lo pu– dimos matar». «Yo pensé que tú le habías dado con la flecha en todo el corazón». El otro le dijo: «¿ Alcanzaste a la muchacha?». Le contestó: «No. Era invisible». Y así se fue para siempre. El tigre llegó a la casa gravemente. Sangraba por el ano, la boca, la nariz y por todo el cuerpo, para modificarse su espíritu. Viendo fijamente la sangre que le quedaba en el suelo. Su cuñado dijo en el bohío inocentemente: «¿ Dónde está el tigre? No ha vuelto a venir, a visitarme a casa. No sé qué le pasar~». Otro barí le dijo: «Parece ser que lo han flechado. Porque hay mucho barí joven a los que les gustan las muchachas. Tu propia hija está muy bonita y simpática». Papá y cuñado dijeron: «Yo creo que le han flechado los jóvenes barí de nuestra propia casa. Vamos a averiguarlo ahora». El cuñado lo esperaba. Después de tres días, cuando se cansó de esperar, Dababosá apareció de pronto en forma de tigre. Y ha– bló con él y su papá y les dijo: «A mí me flecharon. Y a tu hija casi la habían agarrado, pero se escapó de ellos. No la tocaron el vestido». De nuevo llegó el tigre, pero ya no estaba en forma de tigre, sino en persona. Vino a visitar a su cuñado, al papá y a la madre de la muchacha. Antes estaba de tigre. Ahora ya no. Dababosá les dijo: «Ahora no soy tigre, porque soy persona. Y, además, me flecharon». Y se sentó al lado del papá de la muchacha. Dababosá le dijo: «An– tes me presentaba en forma de tigre. Ahora, véame en persona». El llegaba de noche. Pero él mismo les dijo: «Antes traía comida para todos. Ahora no traigo, porque me amenazaron con la flecha. Me flecharon dos jóvenes barí. Cuñado, tócame en las dos partes 397
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