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10." Antropomorfismo. Toda la concepc1on mitológica barí sobre este personaje central de su cultura se propone en lenguaje antropomórfico, propio de las culturas primitivas 272 • Ciertamente que estos rasgos estructurales distan bastante de las configuraciones que de lo divino se encuentra en otras culturas más avanzadas. Su estructura no es tan rica e intelectualmente tan purificada pero más cercanas a las necesidades humanas, en la mitología barí no hemos encontrado tal 'fenómeno. Sabaseba se aleja; pero sin dejar sustitutos. Pero este alejamiento no debe ser considerado como «indiferencia» ni por parte de Sabaseba, ni por parte de la religiosidad barí. Eliade nos ofrece un texto re– cogido de las poblacjones «fang» de las sabanas de Africa ecuatorial que re– sume esta misma inténcionalidad: «Dios (Nzame) está en lo alto, el hombre abajo. Dios es Dios, el hombre es el hombre. Cada uno en su sitio, cada uno en su casa» (M. ELIADE, Lo sagrado ..., 108). La inactividad actual de Sabaseba es meramente aparente. No se le rinde culto, ni ofrendas, ni tiene templos... Pero toda la mitología barí proclama su reconocimiento de radical dependen– cia como pueblo respecto de este personaje. Y, en su misma vida, tal como nos la relatan los ancianos, significaba algo imprescindible. Lo mismo que en aque– llos tiempos primordiales Sabaseba fue todo para ellos, de parecida forma lo reconocen en sus mitos, tal como los siguen · repitiendo y fundamentando en los más mínimos detalles. El pueblo barí, lo indicamos al hablar de su con– figuración psicosomática, no es ritualis:a. Pero pensamos que toda su vida es cúltica: en cuanto su actitud ante la vida es de disfrute y reconocimiento de todo lo maravilloso que Sabaseba hizo con ellos y que sigue sirviendo de mo– delo ejemplar de cuanto hacen. Esto es algo que permanece en la conciencia barí con toda la fuerza de su primitivismo. Creemos que sus mitos cobran, así, todo su significado: antes que explicación, son aspectos de su vida religiosa. Naturalmente, esta perspectiva nos remite a una revisión profunda de nuestras concepciones occidentales sobre la nat:iraleza de la religiosidad. En el anico– nismo barí se celebra la vida como culto secular, sin necesidad de ritos exter– nos, de buscar lugares, horas, etc. para expresar la dependencia respecto a: Sa– baseba. Toda su vida se reconoce repitiendo aquellos gestos primordiales del fundador de su cultura: Sabaseba. Este aspecto de la vida secular como culto resulta novedad hoy en la teología católica (cf. E. ScHILLEBEECKX, Dios fu– turo del hombre, Salamanca 1970, 106-111). Tal concepción nos lleva a revísar algunas actitudes ante la mal llamada «arreligíosidad» de los indígenas (cf. no– ta 186 de nuestro estudio). 272. No debe extrañarnos la utilización del lenguaje antropomórfico en la mitología barí. Es algo connatural en el hombre cuando intenta expresar su experiencia religiosa. La naturaleza trascendente de lo «religioso» sólo puede hacerse presente ,al hombre mediante iierofanías o manifestaciones que expre– sen su misterio inefable a través de realidades sensibles. Por otra parte, la condición humana cte ser-en-el-mup.do se lo impone. Nuestro acercamiento a lo sagrado sólo puede efectuarse mediante lenguaje simbólico que emerja en nuestro mundo y desde nuestra situación mundana. Y el hombre es el punto de donde mejor puede surgir la relación simbólica cognoscitiva con· aquél. En la Fenomenología del hecho religioso se está operando hoy un redescubrimien– to del valor de dicho lenguaje, siempre que sea respetuoso con el carácter trascendente del Absoluto. 301

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