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9." Aniconismo. En la cultura barí no se encuentran ídolos, ni tem– plos, ni ritos, ni sacrificios, ni ofrendas. La relación con Saba– seba es acultual.. . 271 • 271. Este acultualismo es uno de los rasgos que aparecen, con más fre– cuencia, en las culturas primitivas. La tradición barí reconoce la importancia capital que Sabaseba ha tenido en el origen y formación de su cultura. Lo hemos visto expresado en sus mitos. A él se le atribuye toda la «creación» del mundo, de la vida y del hombre, así como la organización socioeconómica barí. Pero, finalizado el tiempo mítico, primordial, durante el que vivió entre ellos, Sabaseba se ha retirado al Barúnnora. Hizo con ellos cuanto necesitaban para iniciarse en todo lo referente a los elementos socioculturales. Ahora, son ellos los que deben seguir actuando en conformidad con los modelos ejempla– res que el mismo Sabaseba les enseñó. Sabaseba se encuentra alejado de ellos, sin necesidad de convivir con ellos. Esta desaparición sitúa a Sabaseba en la configuración de lo que la Fenomenología del hecho religioso califiica como «dii otiosi» -divinidades alejadas, ociosas-. Dada su naturaleza trascendente, no son considerados como objeto de culto. No necesitan ofrendas, sacrificios... Este es un fenómeno muy extendido en las culturas primitivas y no debe interpretarse como ajeno a una profunda religiosidad, si bien no debidamente depurada en lo que se refiere a la trascendencia de la divinidad. Para el tema de la estructura de este fenómeno, d. M. ELIADE, Mitos, sueños y misterios. Revelaciones sobre un mundo simbólico y trascendente, Buenos Aires 1961, 164-186; fo., Tratado de Historia de las Religiones I, Madrid 1974, 73-78; fo., Lo sagrado y lo profano, Madrid 19732, 105-108. En los relatos mitológicos barí hemos encontrado una referencia que nos hace más comprensible este fenómeno al que venimos aludiendo. Ya hemos analizado la motivación de este alejamiento, provocado por la faltá de Saakí. Pero en las narraciones informativas de algunos ancianos aparece una razón justificativa de la no presencia actual de Sabaseba entre ellos. En efecto, en sus discursos de despedida, éste les dice: «Yo me marcho de aquí. Ya no os hago falta. Os he enseñado todo. Ya no hace falta que os acompañe». Una vez más esta respuesta se sitúa en el sistema de funciones por el que, como hemos visto, se definen a las personas. Sabaseba ha cumplido su función a la perfección. Su independencia, una vez que ya ha modelado el mundo, la vida, el hombre y toda la cultura barí, le exige retirarse. No necesita relación cul– tual alguna. Basta reconocerlo como al verdadero fundador y maestro de los barí. Creemos que esta perspectiva debe tenerse en cuenta a la hora de enjui– ciar la estructura fenomenológica sobre Sabaseba. Corremos el peligro de enjuiciarla con cánones occidentales y, en particular, cristianos, como ya hemos hecho alusión repetidas veces a lo largo de nuestro trabajo, pero especialmen– te en la nota 186. Tal aniconismo puede ser considerado como verdadero sim– bolismo de la trascendencia de este personaje tan importante de la cultura barí y testimonio de una vivencia de auténtica actitud religiosa, aunque se mani– fieste de modo no tematizada. Desde este punto de vista nos parece inadmi– sible la opinión de A. de Alcácer: «Es, pues, por cierto egoísmo por lo que los motilones se acuerdan de daviddú y se olvidan de Dios» (Los barí. Cultura del pueblo motilón, Bogotá 1964, 92). Sin embargo, hemos podido apreciar una diferencia notable en la concep– ción de Sabaseba. Mientras en la estructura de estas divinidades alejadas se aprecia la sustitución de su presencia por otras figuras más activas, accesorias, 300
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