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ridad su incógnita. En un principio se consideraba el sacrificio desde un único punto de vista: como oblación (a partir de E. B. Tylor). o co– mo comunión (a partir de R. Smith). Hoy se consideran tales postu– ras como excesivamente reduccionistas y superadas. Parece que lo ca– racterístico del sacrificio es la participación en el don: el que da y el que recibe participan, comulgan entre sí, participando. El sacrificio repre– senta el corazón del hombre como centro de la persona humana que se ofrece. El acto del sacrificio presenta diferentes momentos en la historia de las religiones que constituyen, a su vez, distintas formas del mismo. La historia nos testifica la existencia de pluralidad de sacrificios: 68 l.º De ofrenda u oblación. Constituido por la ofrenda de dones ovo– luntad de entregar a la divinidad algo que representa a la per– sona. Predomina en las sociedades primitivas. Es el sacrificio de primicias, como agradecimiento, propio de los pueblos cazado– res y recolectores. Pero no debe entenderse desde la estructura mecánica del do ut des, como si se tratara de un mero principio jurídico vinculante por el que, al dar, al ofrecer, se esperase automáticamente la respuesta positiva de la divinidad. 2.º De expiación. El hombre experimenta su distancia cualitativa. del Misterio y toma conciencia de la necesidad de su purifica– ción, que intenta realizarla mediante una víctima. Esta -animal, cosas, incluso personas-, reemplaza a quien ofrece el sacrificio a la divinidad. Es una forma de sacrificio de gran alcance en el culto del próximo Oriente. En Mesopotamia la divinidad apa– rece como la persona paciente que carga con los pecados de los demás, verificando, de esta forma, la expiación por los culpa– bles. La muerte, simbolizada por el sacrificio, supone una inmo– lación que sirve de expiación al hombre. 3.º De comunión sacrificial. Es el modo más importante de plas– marse la acción sacrificial en un intento de unión íntima con la divinidad. Puede realizarse de forma incruenta o cruenta. La co– mida crea comunidad, sobre todo entre los orientales, en cuya cultura es considerada, incluso en su realidad profana, como cargada de sacralidad. Existen dos tipos de comunidad comen– sal que constituyen la doble forma en que se presenta el sacri– ficio de comunión: • comunión con la divinidad en un banquete común, • comunión de la misma divinidad, representada cultualmente en un animal, planta, persona...
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