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contemplativo y utópico de todo auténtico rito. Lo que ocurre, prin– cipalmente, en las fiestas como rito religioso. En éstas el hombre ex– presa la presencia del Misterio desde la misma vida. Se celebra la gratuidad de la vida, como epifanía de aquél que impele al hombre a la alegría, al juego, al gozo y a la esperanza de lo que todaví11. no ha ocurrido, del mundo nuevo hacia el que proyecta la presencia del Mis– terio. Vaciado de contenido mítico, o sin referencia a la vida, el rito se anquilosa y se convierte en mero ceremonial mágico o puro formulis– mo y la fiesta pierde sus características religiosas. 1.2. Dialéctica del rito. La historia de los ritos nos muestra una in– terna dialéctica. El rito supone una tensión dialéctica constante en la que se combina el orden y la espontaneidad, la docilidad a la tradición y la libertad personal creadora. Los peligros que acechan al rito y le acompañan a través de su historia son la institucionalización exagerada o materialización esteriotipada y el espiritualismo extremo, preocupado por la pureza de la experiencia religiosa y por la critica aguda al culto institucionalizado. También se muestra dialéctico en su proceso histórico. Por su ca– rácter simbólico-histórico, el rito sigue el proceso de toda manifestación humana: surge, se desarrolla, se consolida o desaparece. Para que un rito no se deteriore, debe permanecer siempre fiel a su sentido sim– bólico: debe estar siempre abierto a la comprensión de su significado. La opacidad es signo de pérdida de sentido o de posible amenaza de muerte. 2. Principales actos cultuales. La acción cultual se concreta y corporaliza en actos concretos hu– manos. Y en correspondencia a cuanto llevamos dicho sobre la relación entre lo sagrado y lo profano, debemos ahora afirmar que los actos cultuales no son distintos a los profanos, sino que son estos mismos, en cuanto se consideran bajo otra dimensión, en relación al Misterio. En líneas generales, los actos cultuales, en los que se proyecta la acti– tud religiosa en el nivel de la acción, pueden reducirse a acciones -ges– tos, danzas-, palabras, silencio. Históricamente, no siempre se ha dado la misma importancia a todas las acciones cultuales. Aún más: debido al carácter histórico-cul– tural de dichas expresiones, puede ocurrir que en formas concretas no adquieran el mismo significado. Así, p. e., ofrecer la comida en un mis– mo plato, puede ser señal, según las diversas culturas, de amistad au– téntica, o de falta de elegancia... Los actos cultuales necesitan, también, como ya hemos indicado, de 66
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