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El símbolo supone un signo sensible que hace presente una realidad no perceptible por los sentidos. En nuestro caso, evoca y presencializa objetivamente el Misterio o la experiencia religiosa subsiguiente a la presencia de éste. Como su misma etimología indica -symbálein = enviar, hablar con, unirse~, el símbolo religioso supone un encuentro con la Realidad mis– teriosa desde una experiencia humana que participa en aquello que re– presenta. 1.2. Estructura fenomenológica. Los símbolos religiosos consisten esencialmente, no tanto en ser sagrados ellos mismos, cuanto en signi– ficar, remitir expresamente hacia el Misterio, a través de realidades sensibles y comprensibles. En su estructura fenomenológica desempe– ñan diversas funciones que nos explican su significado intencional. Se– ñalamos las principales: • ayudan al hombre a comprender y a expresar el Misterio; • unifican e integran al hombre y al mundo en una referencia sa– grada común, de la que aquéllos participan. El simbolismo integra di– versos niveles humanos: pensamiento (teología), acción (vida) y comua nidad (rito); • comprometen con la vida y el mundo, en una participación soli– daria con ellos; • y se caracterizan por su multivalencia evocadora. Los símbolos tienen una capacidad para expresar simultáneamente varios posibles significados, p.e., simbolismo de la luna, que puede revelar el devenir temporal, las aguas, las mujeres, o la muerte y resurrección, como destino humano. 2. Mito. 2.1. Naturaleza. El mito es una realidad cultural extremadamente compleja y uno de los términos más elásticos y equívocos dentro de la cultura contemporánea. Hoy es objeto de interés en las Ciencias del espíritu (etnología, psicología, lingüística, historia de las religiones, an– tropología filosófica) y de la teología y exegesis cristianas. Todas ellas tratan de reivindicar la validez del mito como expresión racional huma– na, frente a ciertas interpretaciones que lo juzgan de forma distinta. Frente a los que afirman que el mito es una fábula, un conocimien– to espontáneo de la conciencia humana irreflexiva y acrítica, o una for– ma de pseudociencia infantil, contrapuesto al verdadero logos (discurso racional), afirmamos que el mito es un modo de acercarnos racional– mente a la realidad, formulado de una forma estructural particular. Lo consideramos como una manera legítima de expresión religiosa, con su propia lógica interna y sus cánones apropiados a su finalidad. El mito 60
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