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admiración. A la vez, se percibe incapacitado para explicarse el fenóme– no misterioso. Este asombro despierta, a su vez, dos actitudes diversas, polares, de contrastes, íntimamente relacionadas con la forma de presen– tarse lo sagrado: repulsa y atracción. Es la postura traducida en la Bi– blia por «no poder ver el rostro del Señor» (Ex 33, 12-23). • Temor: la experiencia de lo numinoso produce en el hombre miedo, temor, extrañamiento. El hombre se percibe en su condición existencial de creatura frente a la grandeza y gloria del Misterio (cf. Dt 5, 23-27), estremeciéndose en lo profundo de su conciencia, sintién– dose pobre y avergonzado ante aquél y en estrecha dependencia del mismo. Esta situación es traducida de forma diversa: como hombre en pecado, anonadado, en oscuridad y tinieblas, impuro ... (cf. Gn 15, 12; 28, 17; Is 6, 5). • Fascinación: de forma inseparable al sentimiento anterior, el hombre se experimenta iluminado en su realidad y en todo lo que le rodea, comprendiéndose a sí mismo y su circunstancia, sintiéndose atraido, fascinado por la presencia del Misterio, axiológicamente supe– rior y trascendente, de quien espera la felicidad y la salvación. Su mis– ma presencia le hace superar su situación de pecado y quedar seducido (cf. Jer 20, 7). Es la dimensión soteriológica o salvífica que presenta el Misterio, con el deseo subsiguiente en el hombre de la búsqueda de sal– vación radical y definitiva, traducida en sentimientos de paz, alegría y felicidad, El hombre experimenta, a la vez, la tendencia irresistible a comunicarse con aquél en un afán de liberación radical de su pecado, a salir de sí mismo, a trascenderse y a realizarse personalmente en ple– nitud. • Acogida: el hombre religioso se abre al Misterio que se le auto– rrevela, lo acepta y se deja poseer por él. • Creación simbólica: el hombre no sólo acoge y responde el Mis– terio mediante las actitudes interiores analizadas, sino que reacciona tratando de celebrar dicho acontecimiento gratuitamente, mediante la creación de respuestas simbólicas (mediaciones mundanas en actos, ob– jetos, personas, ritos ... ), en correspondencia a su situación de ser-en-el– mundo». II. CRITERIOS DETERMINANTES DE UNA AUTENTICA ACTITUD RELIGIOSA Tres son los elementos que constituyen esencialmente la actitud reli– giosa y la diferencian de cualquier otra actitud humana; al mismo tiem– po que determinan los rasgos esenciales de los actos específicamente 52
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