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considerado como una de las mejores hierofanías del Misterio. Todas las religiones lo muestran como morada, sede, trono... de la divinidad. En la Biblia es un símbolo constante, rico en valores mítico-religiosos (cf. Dt 4, 36; Sal 14, 2; 113, 5; 115, 16; 136, 26; 144, 5; Qo 5, 1; Is 66, 1-2; Mt 6, 9; 23, 22; Me 11, 26-26; Act 7, 49). Y dentro de la magnificencia del delo aparecen como lugares significativos sagrados los astros, sobre todo el sol y la luna, por expresar los procesos vitales naturales, aso– ciados al misterio de la vida, la providencia, la fecundidad (nacimiento, madurez y muerte)... - las montañas, las alturas, los árboles, las grutas, las cuevas ... son también lugares hierofánicos por excelencia, muy reconocidos en todas las religiones, particularmente entre los sumerios, semitas, babilonios. •• Por estar más cerca del cielo, y expresar el carácter miste– rioso en su ubicación, se presentan como lugares más pro– pios de la presencia del Misterio, más abiertos a lo sagrado. Es lo que motiva la existencia, en casi todas las religiones, de montañas sagradas, o ciudades construidas sobre montes y consideradas como sagradas, y centros de religiosidad po– pular, que expresan la cercanía de la divinidad entre los hombres. Desde esta perspectiva pueden considerarse las montañas sagradas de El Sinaí, Sión, Oreb, Hermón, Tabor, Garizim, Gólgota, Carmelo, Baal-Líbano, La Luz (junto a La Meca), Benarés, El Olimpo... En la Biblia aparece de forma sobresaliente esta hierofanía: el Dios de las alturas, de la montaña (el Sadday) (cf. Gn 17, 2; 28, 3; Ex 3, l. 11; 6, 3; 17, 6; 19, 1 ss.; 20, 24; 24, l. 12-18; 32, 21-22; 34, 1-5; Dt 1, 6; 33, 2; Sal 48, 1 ss.; 50, 2; 93, 4; 121, 1; 1 Re 19, 11; Is 33, 20-21); - el aire es, también, otro de los campos hierofánicos que manifies– ta el poder del Misterio, como signo del hálito de la vida que procede de la divinidad. Se manifiesta esta presencia del poder particularmente en las grandes conmociones atmosféricas, como en los truenos, relámpagos, tormentas, etc. La Biblia nos ates– tigua de muy diversas formas esta hierofanía (cf. Ex 13, 22; 19, 16. 19; 20, 18; Dt 5, 4-5. 23; 12, 2; Sal 13, 22; 17, 14; 50, 3); pero sin reducirlas a ésta, puesto que también Yahvéh aparece en el viento suave, en la brisa (cf. 1 Re 19, 11-12); - el fuego, como signo de presencia del Misterio, lo encontramos con frecuencia en la Biblia (cf. Ex 3, 2; 13, 21-22; 19, 18; 24, 17; Dt 4, 33. 36; 5, 4-5. 23; 12, 2); - las nubes, son, por último, otro de los espacios en los que se pre- 45
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