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característico que, debido a la riqueza del hecho analizado y sus manifesta– ciones, comprende dístintos momentos dentro de un mismo proceso ae acercamiento interpretativo. Señalamos los principales, que están compren– didos en la definición descriptiva anteriormente dada: l.º Nominación del fenómeno. Es propio del hombre «imponer nombres» a las cosas, con lo que se significa su poder de acercamiento comprensivo a las mismas. En nuestro caso, el hombre se encuentra con hechos humanos específicos, irreductibles a otros fenómenos, a los que califica de «religiosos», en un intento de describirlos fielmente en cuanto acontecimientos de algo que se manifiesta. El fenomenólogo acepta tal situación y, a partir de dichas manifestaciones históricas, tenidas como «religiosas», trata de describir fiel– mente lo que acontece en lo que aparece, elaborando una interpretación de aquéllas y denominando los distintos fenómenos. ¿Cómo se consigue esta denominación? - Vinculándose a los datos de la historia; situándolos en su contexto histórico-cultural, para poder tipificarlos. - Comparando. críticamente sus diferentes formas en orden a un mejor acercamiento comprensivo de los distintos elementos, y entablando un diálogo interdisciplinar para mejor lograrlo. - Detectando la intencionalidad de los mismos. Todo fenómeno humano supone un contenido referencial interior que es preciso descubrir e.n su lógica interna y constitutivo, en su «valor dicente» y articulado. Este es quien nos revela su estructura interna, en torno a la que se organizan todos los elementos materiales del fenómeno analizado. - Analizando su dimensión histórica. «Todo phainomenon, ha escrito Pettazzoni, es, al mismo tiempo, un genomenon»: toda aparición supone una formación. En todo hecho humano existe una historia, un proceso de formación, cuya intención es preciso tener en cuenta, si se pretende un acercamiento objetivo a su estructura intencional. 2.º Reducción fenomenológica. Una vez denominado el fenómeno, es preciso descubrir, en un segundo momento, su propia estructura me– diante lo que se ha llamado técnicamente «reducción eidética»: con– sistente en descubrir su estructura significativa, su esencia, prescin– díendo de todos los elementos que no sean lo verdaderamente dado, lo mostrado. Se trata, en esta segunda etapa, de individualizar las estructuras subyacentes al fenómeno que nos ocupa. Lo que exige una catarsis liberadora de cualquier prejuicio -epoché-, que haga poner entre paréntesis todo juicio sobre su valor o su verdad, no con– forme con la pura formalidad del fenómeno que se hace presente y que se intenta analizar. Es lo que constituye la llamada «visión eidética», de la esencia del fenómeno, puesta en situación de apertura ante i~ conciencia del hombre para que éste pueda comprenderla en «pura objetividad» (Husserl). 3.º Comprensión interpretativa del fenómeno. Una vez conseguidas las eta– pas anteriores, el fenómeno se hará comprensible en su logos interno. Lo 22

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