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en que son deportados de su nación, la causa no podrá buscarse sino en la infidelidad del pueblo o de sus jefes. Buscar otra cau– sa resultaría blasfemo porque sería o caer en el fatalismo -y el pueblo de Israel tiene una noción muy clara de Dios- o atri– buírselo al ser supremo, cosa inconcebible para un creyente. Aho– ra bien, la mayoría de los libros sagrados fueron escritos después del destierro, cuando el pueblo, en lo más hondo de su postra– ción y vergüenza, intentaba explicarse el porqué de todo aquello. Al examinar su historia, sus males y fracasos, quiere descubrir las causas de humillación, de su «rechazo». La conclusión, de to– tal coherencia con su fe en el Dios de la alianza, no será sino ésta: «Todo esto vino sobre nosotros porque nos olvidamos de tu alianza» (Sal 44, 18). 3. Visión antropológica. Paralela a esta visión sobre Yahvé, se encuentra su concepción s.obre el hombre, visto desde la soberanía de Dios. 148 - El hombre es un ser creado por Dios, animado por un espíritu abierto a El, cuya imagen es (Gen 1, 26). Situado en medio del mundo para que lo cultive y guarde como soberano (Gen 2, 9, 19 s.), con posibilidad de entablar diálogo con él (Gen 5, 3; 1, 26 y siguientes). - En cuanto al origen del mal, el pueblo judío no hace en el fondo sino seguir la línea del relator yahvista que intentaba dar una ex– plicación al origen del mal en el mundo, al origen del dolor, al porqué de la muerte, acudiendo al pecado de origen en el que to– dos quedábamos vinculados (Gen 3, 1 ss.). - En cuanto a su fe en el más allá -escatología individual-, la fe del pueblo judío es oscura, por no decir incuestionada. Se da por supuesto que todo acaba con la muerte: «Después de la muerte, ¿quién te alabará?» (Sal 6, 6); y «Los muertos ya no alaban al Se– ñor, ni los que bajan a la tumba» (Sal 115, 17). Sólo en un segun– do momento de la historia de Israel, al constatar que hay buenos que sufren y malos a los que todo les va bien, empezará a sospe– charse que exista algo después de la muerte, que no todo acabe aquí. Lo que ocurrirá al final del A.T. con mayor claridad. Es tan fuerte la experiencia en el Dios Yahvéh, en el Dios-Vivo, que, por afirmarle, es preciso, incluso, atravesar y romper las fronteras de la muerte. Y cuando el pueblo elegido, abrumado por los fraca– sos y la opresión de pueblos extranjeros, tenga que analizar su historia, reconocerá igualmente su culpabilidad como causa de to– dos los males que le vienen encima. Esto hará, a la vez, que se

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