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del pueblo y los acontecimientos de las personas. Es un Dios pre– sente a su historia. Lo recuerdan y celebran en el Templo, la Sinagoga y en las fiestas familiares. 5.ª Primacía de la Ley (Torah). El pueblo judío consideraba a la Torah (Ley o los cinco libros del Pentateuco) como el regalo más noble y grande que Dios había hecho al hombre. De ella vivía re– ligiosamente el pueblo y a ella remitía para reinterpretarse como pueblo elegido en todos los acontecimientos. Designa la «ense– ñanza» dada por Dios a los hombres para reglamentar su con– ducta. Se aplica, ante todo, al conjunto legislativo que la tradi– ción del A. T. hacía depender de Moisés y reglamentaba al pue– blo en todas las esferas. 6.ª Mesianismo. Es otra de las creencias religiosas que, ligadas a la historia de' Israel, forma parte esencial de judaísmo. La expecta– ción constante de la salvación prometida a sus padres a lo largo de su historia (Is 2, 4; 9, 4-6; 61, 1-2; 65, 17-25, etc.). Se creía que Yahvéh haría surgir un libertador del seno del pue– blo escogido para restaurar los destinos del pueblo. Esperanza y expectación que constituirían, después del monoteísmo absoluto, la creencia más antigua y arraigada del pueblo judío. La función primitiva de esta idea se orienta hacia el rey que viene como li– bertador, proyectándose, posteriormente, hacia un futuro esca– tológico más lejano y definitivo. Los textos sagrados van dibujan– do esta idea mesiánica cada vez con mayor claridad y precisión desde los orígenes mismos de la revelación hasta las profecías más adelantadas. Expectación que en tiempos de los Macabeos y de Jesús de Nazaret estaba muy arraigada en la conciencia del pueblo, si bien no siempre entendida de forma unitaria. 7.ª Comprensión religiosa de la historia del pueblo. Todo amor su– pone respuesta. Eso es lo que espera Dios de su pueblo. Las cláu– sulas de la alianza están ratificadas, además, por una larga serie de bendiciones para quien la observe y de maldiciones para el que no sea fiel. A la respuesta del pueblo: «Haremos cuanto ha dicho el Señor» (Ex 19, 8), acompaña la certeza de que si Dios castiga hasta la tercera generación del que la infrinja, sus bendi– ciones se extenderán por mil generaciones hacia aquellos que cumplan sus mandatos. Por eso, por una coherencia lógica de su fe, interpretará toda su historia desde una perspectiva reli– giosa. Dios es bueno y fiel a su alianza, en la que promete ben– diciones sobre esta tierra. Por lo que el mismo problema del do– lor, del sufrimiento, de los fracasos del pueblo, estarán vincula– dos al de la fidelidad personal y colectiva. Si llega el momento 147
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