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en sentido estricto: la comunidad que volvió del destierro de Babilo– nia (538 a. C.), formada principalmente por descendientes de la tribu de Judá (cf. Esd 1-2) se entendía a sí misma como «el resto de Israel», parte de la federación que sobrevivió a la catástrofe de la deportación a Babilonia, con unos caracteres bistóricos y culturales peculiares. Al tratar del judaísmo como fenómeno religioso desde la perspec– tiva de la Historia de las religiones lo entendemos en un sentido más amplio: la religión del Antiguo Testamento, en cuanto se compone de creencias y prácticas, derivados de la Biblia y las tradiciones, que cons– tituyen el patrimonio de un pueblo. l. Origen religioso del pueblo hebreo: la elección (berith). Si el influjo de la experiencia religiosa significa mucho en la forma– ción de un pueblo, esto debe afirmarse de forma especial del pueblo judío, en el que se da una identidad no casual entre religión y pueblo. La formación de Israel como pueblo tiene su punto de arranque en un hecho religioso: la llamada de Dios. El Señor (Yahvéh), cuyo nombre nunca se pronuncia, es quien interviene históricamente en su elección. La comunidad étnica y religiosa se confunden desde sus comienzos. Esta llamada religiosa se inicia con la vocación de Abraham, perteneciente a una tribu sumeria, por parte de Dios que le saca de Ur de Caldea para conducirle a la tierra de Canaán: «Sal de tu tierra y de tu pa– tria, y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. De ti haré una nación grande y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre que servirá de bendición» (Gen 12, 1-2). A partir de esta elección ( berith) la historia de Israel se confundirá con la historia de la salvación: religión e historia del pueblo estrecha– mente unidas. Este hecho sitúa a este pueblo en una posición privilegiada ante otras grandes culturas, religiones y pueblos de la tierra. Esta elección de Dios y la conciencia de la misma está al inicio de su historia y se irá afianzando y perfeccionando. Dios mismo le irá recordando este he– cho. Y de forma solemne lo ratificará en la «alianza del Sinai» (Ex 19 y 34), hecha con el pueblo por medio de Moisés, recordándoselo repe– tidamente (Jue 2, 1 ss.; 6, 8 ss.; 1 Sam 12, 6 ss.; 2 Re 17, 15, etc.) hasta culminar en su encuadre mesiánico con David (2 Sam 7, 1 ss). 2. Concepción religiosa. La religión de este pueblo no se presenta de una forma monolítica y siempre unitaria. Se desarrolla de forma orgánica y progresiva par– tiendo de la religiosidad de Abraham. De ahí que los historiadores de la religión judía, interpretada en sentido amplio, distingan diversas 144

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