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Es cuando surge una mutua interacción entre comunidad e individuo: la comunidad ofrece sistemas de valores ya modelados, como objeto de pertenencia, y el individuo, a su vez, crea espíritu y actitudes, como exigencias de pertenencia. Para que se verifique la integración en una comunidad religiosa y los miembros se sientan psicosocialmente pertenecientes de verdad a un grupo religioso, se suponen ciertas exigencias: • cierto nivel mínimo de interacción del individuo con el grupo de pertenencia, como objeto de referencia, • aceptación del sistema de valores propuestos por el grupo y sus normas de convivencia, • asimilación afectiva de los objetivos del grupo e identificación con el sistema de valores y normas del mismo, • sentimiento, por parte de los individuos, de aceptación en el grupo y de participación activa en los objetivos del grupo. Mientras no se den estas condiciones, la pertenencia será mera– mente sociológica, no personalizada. Las crisis de pertenencia religiosa se producen, sobre todo, en los momentos de cambio de cultura y en sociedades pluralistas. En éstas se ofrecen nuevas formas de respuestas, de valores, símbolos y modelos religiosos, que suelen representar modelos diferentes a los tradiciona– les y que dificultan la adhesión de las nuevas generaciones, así como la renovación de los que hasta entonces se consideraban pertenecientes a los grupos existentes. 118
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