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del cargo y se le considera como el mediador de oficio, como persona encargada del culto, como especialista del culto; como mediador entre los hombres y los poderes sagrados y con una función eminentemente cultual. Ha gozado de gran autoridad en otros asuntos temporales, por su prestigio en la mayoría de las religiones. En las grandes civilizacio– nes, con frecuencia, estaba altamente preparado y dotado; por lo que el mismo oficio les proporcionaba prestigio y autoridad. A medida que la sociedad va siendo más pluralista y se va especializando, el sacerdote va perdiendo este prestigio, relegándose a sus funciones propias. • El religioso. La existencia de personas -hombres y mujeres– que, en virtud de considerárseles en posesión de una experiencia reli– giosa profunda han sido dirigentes religiosos, es de carácter universal; especialmente, en las civilizaciones más elevadas y complejas. Se les considera en unión con la divinidad y ejercen una gran autoridad, no oficial, en el ámbito religioso. Las formas de vivir en concreto esa comunicación con la divinidad han sido múltiples y muy diversas. Desde el aislamiento contemplativo, hasta la formación de comunidades en– carnadas en el mundo. Entre otras religiones, el budismo y el cristianis– mo es donde han proliferado estos dirigentes religiosos. • El maestro. Suelen ser personas eruditas, con una fuerte poten– cia original surgida del contacto con lo sagrado. Habla con autoridad, que emerge de la fe experimentada en su vida. Su función fundamental, por lo general, es conservar la verdadera tradición religiosa. Proclama y enseña sus doctrinas desde su propia experiencia personal. Su segui– miento se presenta como una vocación cuya realidad constituye el dis– cipulado religioso. A su muerte, influye, sobre todo, por su doctrina recogida por sus discípulos, que tratan de recogerla por escrito para que se conserve en su originalidad. IV. PERTENENCIA RELIGIOSA El tema de la pertenencia religiosa es, ante todo, un problema psi– cosociológico, no teológico ni jurídico. Es, por otra parte, una actitud compleja que engloba, en cierto sentido, el carácter social de la reli– gión y tiene relevada importancia en la experiencia religiosa. Por lo general, el hombre religioso nace en una determinada cultura religiosa, antes de comprometerse con una comunidad religiosa deter– minada (pertenencia religiosa involuntaria). No obstante esto, una ac– titud religiosa madura supone la elección libre del grupo religioso que representa y simboliza sus valores y sus conductas y la comunidad a la que se adhiere inspirando su actitud personal (pertenencia religiosa li– bre y voluntaria). 117

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