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ca la comunión inmediata con la divinidad. Se les atribuye un extraordi– nario poder espiritual por considerarle en contacto con el poder sagra– do y con una misión particular. Habla e interpreta los signos de los tiempos a la luz de la palabra de la divinidad. Suelen ser agentes de cambio ético (por su predicación) y ejemplarmente (por su modo de vida, por el que muestran el camino de la salvación religiosa). Las ma– nifestaciones de lo divino se le muestran de forma diferente: sueños, éxtasis, visiones... • El vidente. Precursor del profeta, pero menos creador que éste. Se le atribuye un conocimiento especial de los espíritus y del mundo de Jo sagrado. Descubre la voluntad de los poderes sagrados mediante la intuición. No tiene técnicas, como el chamán, sino que sólo puede in– troducir a sus seguidores en su mundo y en su vida. • El mago. Goza de gran prestigio en los pueblos primitivos y trata de forzar a los poderes sagrados mediante utensilios y acciones espe– ciales. Su autoridad está en proporción a su capacidad de satisfacer las demandas de sus clientes. • El adivino. Con un carisma personal, se convierte, por lo general, en institucional. Emplea objetos como medios de interpretación de la voluntad de los poderes misteriosos. Su función principal es la de descubrir la voluntad e intenciones del poder sagrado. Goza, también, de gran prestigio y su función la realiza mediante procedimientos fun– damentalmente técnicos. Particularmente importante en la sociedad pri– mitiva. • El santo. Término religioso más que ético. Se le considera gozar de la comunión con los poderes sagrados y con una fuerte influencia en la agrupación a la que pertenece. Dentro del grupo es reconocido por su experiencia de lo sagrado, gozando del carácter de guía de los demás componentes del grupo. Impacta en los demás, más que por sus palabras, por su conducta religosa, que sirve de orientación. • El chamán y sacerdote. El primero aparece con más frecuencia en las sociedades tecnológicamente más sencillas; mientras el sacer– dote aparece en sociedades con un nivel social más complejo. Se dife– rencia, sobre todo, por su función, adiestramientos, etc. Se han pro– puesto diversos criterios sociológicos para su distinción. Parece ser que se diferencian por sus funciones, sus poderes, por los requisitos de admisión, dedicación... En líneas generales, el chamán basa su autori– dad principalmente en el carisma que le da la seguridad del contacto con los poderes sagrados y en los métodos que utiliza, dirigidos hacia fines prácticos. Se transforma en éxtasis frecuentes, aplicando medios mecánicos. La autoridad del sacerdote, en cambio, depende del carisma 116

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