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cial de la misma, provocada en el fundador y discípulos y vivida en for– ma carismática, original y personal. Seguidamente, a la muerte del fundador o promotor, el mensaje de dicha experiencia se irá confiando a personas especializadas que, bien por haber contactado con el fundador, o por sus dotes particulares den– tro del grupo, son las llamadas a representar el carisma fundacional. El carisma personal original se transforma, de este modo, en carisma de autoridad o de rango, surgiendo los animadores de la comunidad con roles diferenciados y estratificados que, con el tiempo, van adquirien– do más importancia y diferenciación (sacerdotes, laicos, etc.). En este proceso, la organización mínima original se va ampliando, constituyen– do, según se va incrementando la comunidad, estructuras más comple– jas, con su consiguiente burocratización: leyes, organización, aparato administrativo, etc., que se recogen, por lo general, de los modelos so– ciales organizativos seculares del tiempo, y que van obstaculizando la experiencia religiosa primigenia y produciendo tensiones en la forma de interpretar los orígenes de la comunidad. 3.2. Creencias. El proceso de institucionalización de las creencias tiene una doble función: asegurar la autenticidad del contenido de la primitiva experiencia religiosa y acomodarla a las nuevas exigencias socioculturales de cada época. Con lo cual se logra la posibilidad de con– frontar racionalmente sus valores tradicionales con los que represen– tan los nuevos tiempos. La institucionalización de las creencias pueden proporcionar, también, razones apológeticas actualizadas de la propia fe, frente a agresiones intelectuales procedentes de extraños. El paso de formas de creencias carismáticas a credos más racionali– zados y comprensibles se opera según los esquemas analizados, cuando nos referíamos a las categorías expresivas de la actitud religiosa en su dimensión doctrinal. Este proceso está motivado en sus dimensiones sociales por el deseo de coherencia entre los miembros, necesidad de sistematización, pureza del conocimiento, curiosidad por afrontar el grupo las situaciones nue– vas desde su credo y motivos de racionalidad apologética. Frente a esta tendencia de institucionalización o artículaciones de las creencias, sur– gen tensiones connaturales, producidas por posturas fideístas, que ha– cen provocar la necesidad de una autoridad y grupos eclesiásticos, co– mo garantes de la inmutabilidad de la doctrina, que se pronuncia sobre los contenidos y diriman las cuestiones, máxime en épocas de nueva cultura. Los pronunciamientos doctrinales por parte de la autoridad tienen, entre otras, las funciones sociales indicadas. 3.3. Culto. La institucionalización de la vivencia religiosa en el cul– to, como encarnación de la creencia, tiene por finalidad fijar la expre– sión de forma sensible del encuentro del hombre con el Misterio y, a la 112

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