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tructuración del «yo», es fácil comprender que no toda experiencia re– ligiosa y sus .manifestaciones correspondientes se realizan en debida consecuencia con la estructuración de madurez que exigen aquellos factores integradores de la auténtica actitud religiosa. Las perturbaciones en esta estructuración pueden provenir de los factores constituyentes de la religiosidad: de la función cognoscitiva, afectiva y volitiva. • Por lo que respecta a la función cognoscitiva, la persona puede vivir su religiosidad desde unas concepciones infantiles sobre la natura– leza del Misterio, lo que puede producir ciertas anomalías mentales: delirios, trastornos de índole mental, concepciones mágicas, fantasías no adecuadas a la naturaleza del objeto misterioso, representaciones mentales indebidas, desorganización de ideas y valores, cerrazón men- tal, etc. · • Por lo que respecta a la función afectiva, la persona puede vivir su religiosidad desintegrada, en razón de hiperemotividad, mecanismos de defensa, masoquismo, melancolías, escrúpulos, sentido de culpabili– dad exagerado, neurosis, exageración de prácticas, etc. • En relación ·a la función tendencial apetitiva, la persona ·puede buscar en la religión motivos de evasión que sustítuyan, por fuerzas sobrehumanas, las respuestas a problemas que presenta la vida en toda su dureza, provocando alienaciones, incoherencias y protecciones infan– tiles, poco concordes con la religiosidad madura. Contra estas situacio– nes van dirigidas las fuertes acusaciones de inmadurez y de alienación realizadas por S. Freud y K. Marx, respectivamente, al fenómeno reli– gioso. No obstante, es oportuno indicar que estas perturbaciones no se efectúan porque la religión sea por naturaleza un factor patógeno, sino por los modos indebidos de entenderla y vivirla, y en razón qel influjo de estas tres funciones de la estructura psicológica de la personalidad en el fenómeno religioso como psíquico. 101

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