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EL HOMBRE Y LA HISTORIA EN EDUARDO NICOL 77 partes, los accidentes, seguirían inmersas en la temporalidad)» 194. Por este camino nos encontramos de nuevo con la mismidad, que E. Nícol explica de la siguiente manera: «La mismidad es duración. No es estabilidad, sino persistencia temporal del ente en su propia identidad. O sea que es lo contrario de la identidad. Es el hecho de la mismidad, reconocido por la identificación, el que obliga a afirmar que la permanencia no implica la inmutabilidad. La mismidad es un concepto temporal» 195. Así cree E. Nícol haber establecido la permanencia del ente en su singu– laridad, pues, la mismidad designa aquello que permanece en el ente mientras cambia y, al mismo tiempo, lo diferencia de los entes de su misma especie 196. Por este camino, queda revalorizada la apariencia que es ser y tiempo. Bien clara es la posición de E. Nícol afirmando la presencia y la tempora– lidad del Ser frente a la intemporalidad y la ausencia: «¿No es un contrasentido buscar lo que ya se tiene, lo que siempre está presente? ¿De dónde partiríamos en busca del ser, sino del ser mis– mo? ... Los viejos maestros enseñan que este ser tan próximo carece de mismidad y permanencia: es el ser relativo. El aprendiz no debe replicar directamente, sino afincarse en la convicción de que el ser per– manente es esa misma totalidad unitaria concebida por Parménides y dividida por Platón y Aristóteles; aunque es una permanencia que, ma– nifiestamente, no impide el movimiento. En Parménides, el absoluto excluye lo relativo. En la tradición que inicia el platonismo, el absoluto se desprende de lo relativo. La fenomenología comprueba que el abso– luto está presente en lo relativo. Este es, reducido a sus términos más simples, el punto de partida de la revolución metodológica» 1 91_ - Las propiedades del Ser Una vez establecida la doctrina anterior, podemos ya concretar las pro– piedades del Ser. Es único. Lo que excluye la fundamentación dual de absolutos por causa de la irracionalidad de la Nada, según hemos visto anteriormente. Además de que la Nada pura, al ser eliminada, acaba también con el Ser puro. La dualidad de absolutos tendría su explicación en la necesidad de fun– damentar el ente. E. Nícol piensa que, entendido correctamente, más bien tendríamos que decir lo contrario: que el ente fundamenta el Ser. Ya que «sólo podemos ver el Ser en lo que existe. No hay Ser fuera del ente, aparte de él, en ninguna zona abstracta que se instituyera teóricamente como fun– dadora de la existencia real» 198. 194 PC 316. 195 !bid. 196 Cf. PC 319. 197 me 96. Cf. también PC 319-21. 198 PC .365.
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