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EL HOMBRE Y LA HIS~ORIA EN EDUARDO NICOL 73 Ser y ente son visibles, ya que, al mismo tiempo que vemos la diver– sidad y el cambio, es también patente la presencia absoluta de la realidad diversa y cambiante: todo ente es, presentando la existencia -sea la de todos los entes en conjunto o una sola existencia particular- «caracteres absolutos y necesarios»: «El hecho simple de ser es ya un absoluto, dentro del cual no caben gradaciones: lá sustancia no tiene más ser que el accidente. Ese absoluto manifiesto, en el cual se ofrece la comunidad de lo real, no está com– prometido por la diversidad en las formas de ser. El hecho de que hay ser es lo inalterable, aunque sean cambiantes todos los entes. Lo inal– terable no es una parte del ser; además de la presencia, es inalterable la cohesión integral, o sea el gobierno de todo lo cambiante» 173 . Refiriéndose a estas dos dimensiones en donde se nos muestra el ente y el absoluto fenoménícamente, escribe E. Nícol de manera más literaria: «Lo que al existente le falta es algo tan conspicuo como los brazos que no tiene la Venus de Milo» 174 ; «El presunto misterio del absoluto se desvanece en la contemplación del más efímero de los fenómenos reales: en la flor, en el crepúsculo, en la vida de un hombre cualquiera» 175 • Ahora bien; para E. Nícol hay distinción entre Ser y ente, pero tal distinción no implica ni ausencia ni separación 176 • ¿Cómo podremos entonces distinguirlos? El punto clave para comprender la relación Ser-ente es la contingencia. No es una representación intelectual, sino un «hecho metafísico» 177 • Es pre– ciso, por ello, aclarar por qué existe lo que existe. Al no darnos lo que existe la razón de su ser, hemos de encontrarla en la «existencia de un ser que existe con razón propia, un ser ontológicamente suficiente, o sea nece– sario» 178. El absoluto es la necesidad misma como razón de ser última. Tiene que existir, pues ningún ente tiene en sí la razón suficiente de su ser: «Lo que él representa es la necesidad misma, como razón de ser última. Es imposible que pudiera no haber sido, o sido de otro modo: el absoluto no tiene alter– nativas, ni existe un otro que comparta su grado o lo restrinja. Es, por tanto, necesario en el sentido de que tiene que existir» 179 • Su existencia no anula la contingencia de todos los existentes. Absoluto y contingente son correlativos 150. Sólo su mutua integración («El absoluto 173 me 76. Cf. también PC 363. 174 PC 361. 175 PC 363. 176 PC 301. 177 ME 57. 178 ME 57-58. Cf. igualmente 62-65; PC 360-62. 179 ih 63. 180 Aclarando qué quiera decir «correlatividad», escribe E. Nícol: «La palabra absoluto causa recelos en el dominio del pensamiento científico, a pesar de que todos la empleamos en el lenguaje ordinario. Le damos el sentido de algo determiJ?ante, defi– nitivo, indiscutible. La etimología nos aclara que lo absolutum es lo des-prendido, lo que

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