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MANUEL GONZALEZ GARCIA determinaciones del ente en virtud de las cuales podemos seguir identificando un ente en las formas distintas, actuales y pasadas, que ha tenido 168. - La relación de los seres contingentes con el absoluto Después de haber señalado las notas de la contigencia, necesitamos replantearnos la relación de los entes contingentes con el absoluto. Las va– riantes o posibilidades teóricas son muy pocas: el absoluto es indeterminado o determinado; es trascendente o inmanente. E. Nícol no duda en afirmar que el absoluto tiene que ser determinado. Un absoluto indeterminado nos llevaría a la dificultad insalvable del Ser puro y la Nada pura, como absolutos indeterminados. Pero si el absoluto es deter– minado, sólo tenemos la salida al mundo real, que es contingente. Entonces, o bien quedaría eliminado el absoluto al quedarnos en la absoluta contin– gencia o bien terminaríamos en la irracionalidad integral, que se transfor– maría, vitalmente, en desesperación. Por eso, no queda a E. Nícol otro camino que afirmar la inmanencia y la determinación del absoluto. Los entes se dan como ser, en plenitud, sin que sea posible reformar mediante averiguaciones posteriores ese dato fundamental de «ser». Este dato primario no necesita investigación o prueba alguna; hay una identifi– cación global del ente como real y como existente. Una investigación poste– rior nos mostrará el «modo de ser». Todos los entes están definidos por una forma o modo de ser común: la contingencia, que los hace cambiantes. Dentro de la unidad «Hay ser» ca-existen los entes contingentes en plura– lidad, diversidad y hasta oposición 169. La metafísica tradicional reclamaba el absoluto fuera del existente, por– que ninguna existencia poseía intrínseca necesidad. Presentaba el dato de la privación 170 • E. Nícol une ambos términos -contingencia y necesidad- se– ñalando la imposibilidad lógica y real de concebir la totalidad de la contin– gencia sin el absoluto. El ente muestra fenoménicamente su carencia del absoluto: «El ente no sería contingente sin el absoluto. Esta paradójica inversión de los términos· significa que el absoluto no hay que buscarlo; tiene que estar presente, y sólo puede presentarse en el propio ser contingente» 1 71. Ya no se trata, por tanto, de situar al Ser fuera del mundo de los entes contingentes, estableciendo una diferencia entre el Ser -lo absoluto- y los entes -lo relativo y contingente-, sino que una misma realidad puede ser vista como «Ser» y como «ser esto», consistiendo el ente en esta última pre– cisión. Casi admirado pregunta E. Nícol en un cierto momento: «¿En dónde está el ser sino en el ente?» 1 7 2 • 168 Ibid. Otro modo de enunciar los principios de la contingencia en CRS 253-54. 169 Cf. ih 61, 74, 76-77; PC 303, nota 12. 170 PC 362-63. 171 ih 62. También PC 361. 172 me 23.
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